Inmolemos cada día nuestra
persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de
Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre
con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la cruz. Si
quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue
al Señor
San Gregorio
Nacianceno
Disertac. 45, 23-24 |
ADORACIÓN
DE LA CRUZ
¡Amoroso
y Divino Jesús crucificado, que lleno de amor a los hombres
te ofreciste ante el Eterno Padre por víctima expiatoria
de los crímenes del mundo! Ya que me concediste la gracia
de inspirarme que me ofrezca contigo en holocausto, como víctima
que une sus dolores a los tuyos en desagravio de tantas culpas...,
yo, criatura indigna y miserable, postrada delante de tu Cruz
y con la ayuda de tu gracia, confirmo y ratifico mi promesa de
querer padecer con los mismos fines que Tú en ella padeciste...
Recibe todo mi ser en holocausto y haz de mi lo que quieras.
Sobre los brazos de tu Cruz abro los míos para perdonar
y abrazar a todos mis enemigos, cuyo bien y salvación
deseo y prometo solemnemente procurar cuanto sea de mi parte,
así como el alivio de sus penas e infortunios.
Y en fe de
mi promesa, adoro y beso esa Cruz sacrosanta, desde la cual exclamaste
momentos antes de expirar: «Padre mío, perdónalos
a todos, como yo los perdono.» |
Observa que Cristo llegó
a la gloria a través de su pasión: ¿No era
menester que el Cristo padeciese todo esto, y entrase así
en su gloria? (Lc. 24, 26). De esta manera nos enseñaba
el camino de la gloria a nosotros: Es necesario que pasemos por
muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Hech. 14,
21)
Santo Tomás
Sobre el Credo, 5, 1. c |
ORACIÓN
DE SAN BUENAVENTURA
Dulcísimo
Jesús, Hijo de Dios vivo, Dios y Hombre verdadero, Redentor
de mi alma: por el amor con que sufriste ser vendido de Judas,
preso y atado por mi salvación: ¡Ten misericordia
de mí!
Benignísimo
Jesús mío: por el amor con que padeciste por mi
alma tantos desprecios, irrisiones, negaciones y tormentos en
la casa de Caifás: ¡Ten misericordia de mi!
Pacientísimo
Jesús mío: por el amor con que por mi padeciste
tantos falsos testimonios, afrentas injurias y acusaciones falsas
en la casa de Pilatos: ¡Ten misericordia de mí!
Mansísimo
Jesús de mi alma: por los desprecios, escarnios y burlas
de la casa de Herodes; por los azotes, corona de espinas y mofas
sangrientas y condenación a muerte de la casa de Pilatos:
¡Ten misericordia de mí!
Piadosísimo
Jesús de mi alma: por todo lo que por mí padeciste
en tu adorable Pasión, desde la casa de Pilatos hasta
el monte Calvario, donde toleraste por mi amor el ser crucificado
para que yo me salvase: ¡Ten misericordia de mí,
ten misericordia de mí, ten misericordia de mí!
Amén. |
¡Qué diferentes
voces eran: quita, quita, crucifícale y bendito sea el
que viene en el nombre del Señor, hossana en las alturas!
¡Qué diferentes voces son llamarle ahora Rey de
Israel, y de ahí a pocos días decir: no tenemos
más rey que al César! ¡Qué diferentes
son los ramos verdes y la cruz, las flores y las espinas! A quien
antes tendían por alfombra los vestidos propios, de allí
a poco le desnudan de los suyos y echan suertes sobre ellos.
San Bernardo
Sermón sobre
el Domingo de Ramos, 2, 4 |
ORACIÓN
AL SILENCIO
DE CRISTO EN SU PASIÓN
Hay, Señor,
en tu adorable Pasión, una palabra que sin vibrar en mis
oídos, llega a lo más profundo de mis entrañas,
que me conmueve, admira y enternece y habla como ninguna... No
es la palabra de los discípulos que te niegan, ni la de
los jueces que te escarnecen, ni la de los sayones que te insultan,
ni la de la plebe que te blasfema, ni siquiera la de las piadosas
mujeres que te compadecen...
Es la palabra
que tu no has pronunciado, la de tu silencio, severo, grave,
solemne, no interrumpido ni para quejarte, disculparte, justificarte,
ni menos para recriminar, volver por tu honra y la de los tuyos,
vindicar tu vida, hundir en los abismos de la nada a tus acusadores...
¡Silencio
largo, adorable, misterios de la Pasión de Cristo! ¡Cuánto
confundes mi afán de justificarme, disculparme, razonar,
volver por los fueros de mi orgullo, egoísmo y amor propio!
¿Cuándo, Señor, cuándo aprenderé
tu silencio, y cuándo sabré que Tú, y sólo
Tú eres el que justificas y condenas y que el juicio y
estima de los hombres nada valen si Tú no los sancionas?
¿Cuándo,
Jesús mío, aprenderé a callar, a hablar
poco con los hombres y a hablar mucho contigo?
¿Cuándo
imitare tu silencio, humilde, paciente, adorable? Jesús
autem tacebat.
¡Oh Jesús
callado, dame la santa virtud de tu silencio! |