SÚPLICAS
A A LA VIRGEN
SANTÍSIMA, MADRE DEL ETERNO JUEZ
Oh Madre de misericordia, yo
me arrojo a vuestros pies, avergonzado y confuso por mis pecados,
y temblando de horror por el riguroso juicio que me espera después
de mi muerte.
Temo aquel paso tremendo de
esta vida a la otra, cuando mi alma entre por la vez primera
en aquellas regiones oscuras de la eternidad y en aquel nuevo
mundo, donde es glorificada la infinita Bondad y la eterna Justicia
de Dios: y ¿qué suerte me ha de caber allí
para siempre? Oh Madre de misericordia, rogad por mí,
miserable pecador.
Temo aquel espantoso Tribunal,
donde ha de comparecer mi alma, y donde me he de ver solo frente
a frente de todo un Dios para ser juzgado: ¿y qué
va a ser de mi en aquel riguroso juicio? Oh Madre de misericordia,
interceded por mi, miserable pecador.
Temo la sabiduría infinita
del soberano Juez, porque es testigo de todas mis obras, palabras
y pensamientos; y ¿qué podré responder si
El me acusa? Oh Madre de misericordia, interceded por mi,
miserable pecador.
Temo la rectitud inflexible
de aquella divina Justicia que no se tuerce por el favor ni por
el interés, sino que pesa en perfectísima balanza
las obras de los hombres, para dar a cada uno lo que ha merecido:
y ¿en dónde están mis buenas obras y merecimientos?
Oh Madre de misericordia, interceded por mi, miserable pecador.
Temo el poder omnipotente del
supremo Juez, y desmaya mi corazón al solo pensamiento
de que puede condenarme. Y si El me condena ¿quién
podrá ya librarme? Oh Madre de misericordia, interceded
por mi, miserable pecador.
Temo la terrible acusación
del maligno espíritu, y me lleno de espanto, viendo que
podrá decir de mi vida que ha sido una cadena de iniquidades
y pecados. Y ¿cómo me defenderé de los cargos
que me haga? Oh Madre de misericordia, interceded por mi,
miserable pecador.
Temo mi propia conciencia,
agitada como las olas del mar y conturbada por los remordimientos,
testimonios irrefragables de mi vida culpable. Y ¿qué
podré replicar a las voces de mi propia conciencia? Oh
Madre de misericordia, interceded por mí, miserable pecador.
Temo aquel examen tan riguroso
que se ha de hacer de todos los días y actos de mi vida,
del tiempo de mi niñez, del tiempo de mi mocedad, del
tiempo de mi edad adulta, de los pecados que he cometido, de
los que ocasioné con mis escándalos, de los que
no impedí pudiendo estorbarlos, de las buenas obras mal
hechas, y de las que dejé de hacer por negligencia culpable:
y ¿cuál será la cuenta que podré
dar a mi Dios? Oh Madre de misericordia, interceded por mi,
miserable pecador.
Temo la misma defensa de mi
Ángel Custodio, que tal vez, triste y lloroso apenas podrá
responder y volver por mi: y solo podrá oponer a la terrible
acusación del demonio, una penitencia poco sincera de
mis gravísimas culpas, y algunas obras buenas llenas de
defectos y desagradables a los purísimos ojos de Dios:
y ¿qué será de mi, si el Ángel de
mi guarda me desampara? Oh Madre de misericordia, interceded
por mi, miserable pecador.
Temo finalmente la sentencia
inapelable del Eterno Juez, y se estremecen mis carnes de horror,
al considerar que si me halla indigno de entrar en la mansión
celestial de los Justos, me arrojará para siempre de su
presencia, y fulminará contra mi el espantoso anatema
de la eterna reprobación. No lo permitáis, oh Madre
de bondad, y por las entrañas de vuestra misericordia,
oíd las súplicas de un pecador arrepentido, que
clama a Vos diciendo: Oh Madre de misericordia, interceded
por mí, miserable pecador.
Oración. Oh piadosísima Virgen Maria,
madre y refugio de los pecadores, a quien el Dios de las venganzas
cedió el imperio de la misericordia; ya que en aquel riguroso
Juicio no podré acudir a vuestra intercesión, os
suplico ahora que me alcancéis la gracia de una sincera
penitencia, y de una perfecta enmienda de mi vida, a fin de que
al comparecer después de mi muerte ante el divino tribunal,
merezca una sentencia favorable de eterna salvación. Por
los méritos de vuestro Hijo, nuestro Señor, que
en unión del Padre y del Espíritu Santo, vive y
reina por todos los siglos de los siglos. Amén. |
Dime,
Señora, di,
cuando parta de esta tierra,
si te acordarás de mí.
Cuando
ya sean publicados
mis tiempos en mal gastados
y todos cuantos pecados
yo mezquino cometí,
si te acordarás de mí.
En
el siglo duradero
del juicio postrimero,
do por mi remedio espero
los dulces ruegos de ti,
si te acordarás de mí.
Cuando
yo esté en la afrenta
de la muy estrecha cuenta
de cuantos bienes y renta
de tu Hijo recibí,
si te acordarás de mi.
Cuando
mi alma cuitada,
temiendo ser condenada
de hallarse muy culpada
tenga mil quejas de sí,
si te acordarás de mí.
Juan
Alvarez Gato (1445-1510) |
ORACIÓN
A MARÍA
PARA UNA BUENA MUERTE
Oh María, concebida
sin mancha de pecado, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
Oh refugio de los pecadores, Madre de los agonizantes, no nos
abandonéis en la hora de nuestra muerte, sino alcanzadnos
una perfecta contrición, sincera compunción, perdón
de nuestros pecados, digna recepción del santo Viático,
y fortaleza por medio del Sacramento de la Extrema Unción,
a fin de que confiados, podamos comparecer ante el trono del
Supremo Juez, justo y misericordioso, nuestro Dios y Redentor.
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ORACIÓN
A LA VIRGEN MARÍA PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE
¡Oh María, sin
pecado concebida! Rogad por nosotros, que recurrimos a Vos. ¡Oh
refugio de los pecadores! ¡Oh Madre de los agonizantes!
No nos abandonéis en la hora de nuestra muerte, antes
bien, obtenednos un dolor perfecto, una contrición sincera
y el perdón de nuestros pecados. Alcanzadnos también
la gracia de recibir dignamente el Santo Viático y de
ser fortalecido con la Extremaunción, para que podarnos
presentarnos seguros ante el trono del justo y misericordioso
Juez, Dios y Redentor nuestro. Amén. |