AL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
¡Oh Corazón
Sacratísimo de Jesús! Derramad copiosamente vuestras
bendiciones sobre la Santa Iglesia, sobre el Sumo Pontífice
y sobre todo el clero; dad a los justos la perseverancia, convertid
a los pecadores, iluminad a los infieles, bendecid a nuestros
parientes, amigos y bienhechores, asistid a los moribundos, librad
las almas del Purgatorio y extended en todos los corazones el
dulce imperio de vuestro amor. Así sea.
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PARA
COMULGANTES FRECUENTES
Amable Jesús
mío, viniste al mundo para dar tu vida divina a todas
las almas. Quisiste hacerte nuestro alimento diario para conservar
y fortalecer esta vida sobrenatural, frente a las debilidades
y faltas de cada día.
Te pedimos
humildemente que derrames tu Espíritu Divino sobre nosotros
por amor de tu Sagrado Corazón. Vuelvan a ti las almas
que llevadas del pecado han perdido la vida de la gracia. Que
acudan frecuentemente a tu sagrado Altar todos los que se hallan
en gracia, para que, participando en tu Sagrado Banquete, reciban
la fortaleza que les haga victoriosos en la batalla de cada día
contra el pecado y así crezcan siempre ante tus ojos en
pureza y santidad hasta alcanzar la vida eterna en tu compañía.
Amén.
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LA
COMUNIÓN ES MI VIDA
¡Oh dulcísimo
Jesús Sacramentado! Cuando te recibo en mi corazón
siento que mi fe me aumenta, mi esperanza se fortalece y mi vida
se alarga, porque, recibiendo tu Sacratísimo cuerpo, vivo
contigo y Tú vives conmigo, y el que vive unido a Ti no
morirá, porque eres camino, verdad y vida eterna. Tú
eres la vid; yo, el sarmiento, que no puede dar fruto si no permanece
unido a Ti. Tú eres el pan que bajó del cielo,
no como el maná que en el desierto comieron nuestros padres
y murieron. El que coma este Pan vivirá eternamente. ¡Oh
alma mía, recibe ese Pan celestial, que es vida, esperanza
y caridad! Haz, Jesús mío, que contigo viva, sufra
y padezca en este mundo con tal de recibirte en mi corazón,
porque la Comunión es mi vida. Amén.
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OH
DULCÍSIMO JESÚS
¡Oh dulcísimo
Jesús, que vinisteis a este mundo para enriquecer a todas
las almas con la vida de vuestra gracia, y que, para conservarla
y fomentarla en ellas, os ofrecéis Vos mismo cada día
en el augustísimo sacramento de la Eucaristía cual
saludable medicina para curar sus enfermedades y cual divino
alimento para sostener su debilidad ¡Humildes os suplicamos
que derraméis benignamente sobre ellas vuestro santo Espíritu,
abrasadas por el cual, las que estén manchadas con culpa
grave, volviendo a Vos, recobren la vida de la gracia perdida
por sus pecados, y las que por vuestra misericordia ya os están
unidas se acerquen devotamente cada día a vuestro celestial
banquete, según les fuere permitido, y fortalecidas con
él, puedan proporcionarse el antídoto de los pecados
veniales que diariamente cometen y alimentar la vida de vuestra
gracia, y así, más y más purificadas, alcancen
la eterna bienaventuranza en los cielos. Así sea.
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AL
CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS
¡Oh Corazón
eucarístico, oh amor soberano del Señor Jesús,
que habéis instituido del augusto Sacramento para permanecer
acá abajo en medio de nosotros, para dar a nuestras almas
vuestra Carne como alimento y vuestra Sangre como celestial bebida!
Nosotros creemos firmemente; ¡oh Señor Jesús!,
en este amor sumo que instituyó la Santísima Eucaristía,
y aquí delante de esta Hostia es justo que adoremos este
amor, que lo confesemos y lo ensalcemos como el gran centro de
la vida de vuestra Iglesia. Este amor es para nosotros una invitación
apremiante, para que Vos nos digáis: ¡Mirad cuánto
os amo! Dando mi Carne como alimento y mi Sangre como bebida,
quiero con este contacto excitar vuestra caridad y uniros a mi;
quiero llevar a cabo la. transformación (de vuestras almas
en mí, que soy el crucificado, en mí, que soy el
pan de la vida eterna; dadme, pues, vuestros corazones, vivid
de mi vida, y viviréis de Dios. Nosotros lo reconocemos,
¡oh Señor!, tal es el llamamiento de vuestro Corazón
eucarístico, y os lo agradecemos, y queremos, sí,
queremos corresponder a él. Otorgadnos la gracia de penetrarnos
bien de este amor sumo, por el cual, antes de padecer, nos convidasteis
a tomar y a comer vuestro sagrado Cuerpo. Grabad en el fondo
de nuestras almas el propósito firme de ser fieles a esta
invitación. Dadnos la devoción y la reverencia
necesarias para honrar y recibir dignamente el don de vuestro
Corazón eucarístico, este don de vuestro amor final.
Así podamos nosotros con vuestra gracia celebrar de modo
efectivo el recuerdo de vuestra Pasión, reparar nuestras
ofensas y nuestras frialdades, alimentar y acrecentar nuestro
amor a Vos, y conservar siempre viva en nuestros corazones la
semilla de la bienaventurada inmortalidad. Así sea.
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ALABANZA
Alabado, adorado,
amado y correspondido sea, a cada momento, el Corazón
eucarístico de Jesús en todos los tabernáculos
del mundo, hasta la consumación de los siglos. Así
sea.
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PARA
PROPAGAR LA COMUNIÓN DIARIA
¡Oh dulcísimo
Jesús, que habéis venido al mundo para dar a todas
las almas la vida de la gracia, y, para conservar y aumentar
en ellas esta vida, habéis querido ser el manjar de cada
día y el remedio cotidiano de su cotidiana debilidad!
Humildemente os suplicamos, por vuestro Corazón abrasado
en amor nuestro, que derraméis sobre todas las almas vuestro
divino Espíritu; haced que vuelvan a Vos y recobren la
vida de la gracia aquellas que estén en pecado mortal,
y que las almas dichosas que por vuestra bondad viven de esta
vida divina se acerquen devotamente cada día, siempre
que puedan, a vuestra sagrada Mesa, a fin de que por medio de
la Comunión diaria reciban cada día el antídoto
de sus pecados veniales cotidianos, y, alimentando en ellas cada
día la vida de la gracia y hermoseándolas con ella,
lleguen por fin a poseer con Vos la vida bienaventurada. Amén. |