La
oración en el huerto
de Hans Multscher. 1437.
Gemaldegalerie, Berlin
LA
HORA DE ACEPTAR LA CRUZ
Alvaro Ginel
El lugar era
familiar.
Tú conocías bien ese Huerto de los Olivos.
Pero esta noche es diferente.
Esta noche es la hora,
el momento cumbre... y tú lo sabes bien
y por eso estás ahí, donde están los que
obedecen...
hasta la muerte.
Tú esta
noche eres un hombre...
un pobre hombre con la noche de todos los hombres encima...
Tú esta noche tienes que ser gusano:
para eso has venido...
para marchar como gusano de entre nosotros...
con los huesos bien al descubierto,'
con el corazón totalmente traspasado...
¿Te será esto soportable?
Padre, aleja
este cáliz.
Pero tú sabes bien que el Padre no quiere alejar el cáliz,
tú sabes que lo tuyo es beberlo...
entero...
Tú sabes
que la única palabra esta noche es la de Hijo:
No quiero mi voluntad sino la tuya.
Tú esta noche estás llamado a demostrar
que el amor es más fuerte que el pecado,
que el amor es más fuerte que la muerte...
y tienes que ir a tu destino...
el destino que tú sabes bien
y que los profetas marcaron:
Tú estás llamado esta noche a aceptar la Cruz.
Tú serás
condenado a muerte por haber vivido
la justicia y la misericordia:
tu gran pecado es ser el justo de Dios.
Suda sangre,
Señor, Rey de los judíos...
Mil y mil muertes están sobre ti.
Tu sufrimiento es único: tiene talla de Dios.
Tu amor es único: tiene talla de Dios.
Lo imposible
así tú ya lo estás haciendo posible
y los cielos y la tierra volverán a ver la Alianza. |
ORACIÓN
¡Oh Señor nuestro Sacramentado! Míranos
aquí en tu adorable presencia. Venimos a bendecirte y
alabarte en unión de los ángeles que invisiblemente
rodean esa Hostia Divina.
Venimos a consagrarte esta
Hora Santa, gozándonos de estar aquí, en tu acatamiento,
a gustar de tu compañía y a conversar contigo,
que tienes palabras de vida eterna.
Sí, Dios nuestro. Quisiéramos
contemplarte a través de esa Hostia Santa con el tiernísimo
afecto con que os miraba tu Madre: con aquella devoción
con que os seguían tus discípulos, y muy singularmente
el Discípulo Amado, cuando la noche de la Cena reclinó
su cabeza sobre tu ardiente Corazón.
Nos sentimos felices de hallarnos
junto a Ti, y queremos aprovechar todos los momentos de esta
Hora Santa para hacerte compañía, que tu presencia
nos hace tan agradable. Concédenos, oh Jesús, no
dormirnos, como se durmieron tus apóstoles la noche tristísima
de tu agonía en el Huerto de los Olivos.
Míranos, Señor;
somos tus hijos, a quienes tantas veces habéis alimentado
con tu mismo Cuerpo y Sangre.
¡Señor! Vuelve
hacia nosotros tus ojos misericordiosos; pon en nuestros pensamientos
una ráfaga de la luz de tu Rostro, y en nuestros corazones
una centellita siquiera del fuego que abrasa tu dulcísimo
Corazón.
Concédenos, oh Jesús,
sentir hondamente la verdad de aquellas palabras del Real Profeta:
"es mejor una hora en tu Casa, que mil años en compañía
de los pecadores". |