Principal > Jesucristo > Advocaciones
3. NOVENA |
|
¡Oh, Señor y Dios mío! Animado por vuestra infinita bondad y por los continuos favores que otorgáis a los que imploran delante de vuestra Imagen, misericordia y perdón, a Vos acudo, oh Padre mío, Jesús Nazareno, para ofreceros mis humildes obsequios y presentaros las necesidades de mi pobre alma. Confieso que os he ofendido con grandes faltas, que he repetido sin cesar; pero ya arrepentido, las detesto de veras y propongo ayudado de nuestra gracia enmendarme en lo venidero. Movido, pues, de estos sentimientos, os ruego, ¡oh mi buen Jesús!, que, por los dolores de vuestra Pasión, atendáis las súplicas que os dirijo en esta novena, si son de vuestro agrado y de provecho para mi alma. Amén. Rezar a continuación la oración del día que corresponda:
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 |
MEDITACIÓN
La hora de la Pasión ha llegado. Jesús se dirige
con sus discípulos al Huerto de los Olivos, y allí,
de rodillas, ora y ofrece a su eterno Padre sus dolores. La vista
de las afrentas y muerte próxima es tan horrible, que
le hace desfallecer hasta sudar sangre. Sólo le anima
el pensamiento de que cumple la voluntad de su Padre y que de
su muerte de cruz dependía nuestra salvación.
Haced, Jesús mío, que enjugue vuestro sudor, detestando mis pecados, causa de vuestra pasión y muerte.
Medítese,
pídase la gracia que se desea conseguir y récense
tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con
la oración
final
de todos los días.
MEDITACIÓN
Judas llega con sus soldados a prender a Jesús. Este sale
a su encuentro, y al recibir el beso del traidor discípulo,
los judíos caen sobre Jesús, como lobos sobre un
manso cordero. Preso, pues, con gruesos cordeles, Jesús
es llevado, entre insultos y golpes, como un facineroso, a presencia
del Sumo Sacerdote.
Concédeme, Jesús mío, que yo sea manso y humilde como Vos, sufriendo los desprecios de mis prójimos.
Medítese,
pídase la gracia que se desea conseguir y récense
tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con
la oración
final
de todos los días.
MEDITACIÓN
Quién podrá declarar lo que Jesús padeció
de parte de los judíos? Un vil criado del Pontífice
le abofetea, y Caifás y los príncipes del pueblo
le declaran reo de muerte. Los ministros del Sanedrín
pasan la noche injuriándole y maltratándole ignominiosamente,
algunos le escupen en el rostro y Herodes le desprecia por loco.
Hasta Pedro, su fiel discípulo, se avergonzó de
conocerle.
Y ¿me quejaré yo de las penas que he merecido por mis pecados? Señor, quiero sufrir algo por vuestro amor.
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
MEDITACIÓN
Los judíos piden a gritos la muerte de cruz para el Salvador.
Pilatos, temiendo las amenazas del pueblo, cree que podrá
aplacarle si mandan castigar a Jesús. Atado, pues, a una
columna el divino Maestro es azotado tan bárbaramente
por los sayones que su cuerpo es del todo desgarrado y cubierto
de llagas y de sangre.
Oh, divino Redentor, haced que yo ame la mortificación, que necesito para borrar mis pecados.
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
MEDITACIÓN
Como Jesús habla afirmado que era Rey, los soldados de
Pilatos quisieron burlarse de su realeza. Para eso mandan sentar
a Jesús; echan sobre sus desnudas espaldas un manto viejo
de púrpura, clavan en su cabeza una corona de punzantes
espinas, y en sus manos ponen una caña a modo de cetro.
Unos de rodillas le encarnecen vilmente, otros le llenan de saliva,
y, cogiéndole la caña, le golpean con ella la cabeza,
hincándole más y más las espinas.
Y yo, ante esta escena tristísima, ¿no aprenderé a tener paciencia, sufriendo por quien tanto sufrió por mi?
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
MEDITACIÓN
Pilatos, al ver la figura lastimosa que presentaba Jesús
después de la coronación de espinas, creyó
que los judíos se conmoverían con sólo verle.
Lo sacó en público y dijo: Ecce Homo: Ved aquí
al hombre; yo no encuentro en El causa de muerte. Pero los judíos,
al ver a Jesús y oír las palabras del Presidente,
contestaron a gritos: "Crucifícale, crucifícale".
Oh, Jesús mío, al oír los desprecios de los judíos y las blasfemias de muchos cristianos, protestaré en mi corazón diciendo "Viva Jesús!" "Bendito sea su santo Nombre!".
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
MEDITACIÓN
Dada por Pilatos sentencia de muerte contra Jesús, los
judíos se apresuraron a ponerla en ejecución. Visten
de nuevo a Jesús con su túnica, cargan sobre sus
hombros una pesada cruz, y le obligan a caminar así por
las calles de Jerusalén. La turba corre tras de Jesús,
ansiosa de llenarle de insultos. Iba el Salvador tan fatigado,
que varias veces cayó en tierra, y temiendo los soldados
que desfalleciese en el camino, obligaron al Cirineo a que le
ayudara hasta el Calvario.
Hacer, Jesús mío, que Yo sea vuestro cirineo, llevando gustoso la cruz que me queráis enviar.
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
MEDITACIÓN
Casi sin vida llegó Jesús al Calvario, y los crueles
sayones al punto lo clavaron en la cruz con gruesos clavos. Entre
gritos e insultos, lo levantaron después en alto, quedando
Jesús en el más horrible suplicio. Al oír
las injurias de sus enemigos, levantó el Salvador la voz
y pidió para ellos el perdón y para nosotros la
salvación
No fueron los judíos, oh paciente Jesús mío, los que os crucificaron, sino mis pecados. Por eso diré de continuo: Jesús mío, misericordia.
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
MEDITACIÓN
Oh, mi amado Jesús! ¡Qué bien representa
esa vuestra Imagen de Nazareno lo mucho que hicisteis y sufristeis
por nosotros! Cautivo de los moros que tanto os injuriaron y
maltrataron, nos disteis ejemplo de paciencia invencible. Con
los cristianos, que os rescataron fuisteis el Dios de los consuelos;
y aquí en Madrid, donde entrasteis como Rey de amor, regís
y gobernáis desde ese trono los corazones de vuestros
esclavos y devotos.
¡Oh, buen Jesús! Regid y gobernad los afectos de mi corazón, para que os sirva como a mi Dios y Señor. Amén.
Medítese, pídase la gracia que se desea conseguir y récense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias. Terminar con la oración final de todos los días.
1.
El autor de esta novena es el fraile de la orden de los capuchinos
Leoncio de M de S. [Volver]
[Página 2] |
[Subir] |
|