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SIETE PALABRAS
2. PARTE II
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CUARTA
PALABRA
¡Dios
mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
(Mc.
15, 34; Mt. 27, 46)
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Jesús amado, que por
amor mío agonizasteis en la cruz y que, añadiendo
sufrimiento a sufrimiento, además de tantos dolores en
el cuerpo, sufristeis con infinita paciencia la mas penosa aflicción
de espíritu a causa del abandono de vuestro eterno Padre:
tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella
hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima
Sangre, concedednos la gracia de sufrir con verdadera paciencia
todos los dolores y congojas de nuestra agonía, a fin
de que, unidas a las vuestras nuestras penas, podamos después
participar de vuestra gloria en el Paraíso.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros,
Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en
Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido
con mis pecados. |
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QUINTA
PALABRA
Tengo
sed
(Jn.
19,28)
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Jesús amado, que por
amor mío agonizasteis en la cruz y que, no saciado aún
con tantos vituperios y sufrimientos, quisierais sufrirlos todavía
mayores para la salvación de todos los hombres, demostrando
así que todo el torrente de Vuestra Pasión no es
bastante para apagar la sed de vuestro amoroso Corazón:
tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en
aquella hora postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima
Sangre, encended tan vivo fuego de caridad en nuestro corazón
que lo haga desfallecer con el deseo de unirse a Vos por toda
la eternidad.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros,
Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en
Vos, espero en Vos os amo y me arrepiento de haberos ofendido
con mis pecados. |
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SEXTA
PALABRA
Todo
está cumplido
(Jn.
19, 30)
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Jesús amado, que por
amor mío agonizasteis en la cruz y desde esta cátedra
de verdad anunciasteis el cumplimiento de la obra de nuestra
Redención, por la que, de hijos de ira y perdición,
fuimos hechos hijos de Dios y herederos del cielo; tened piedad
de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora
postrera; y por los méritos de vuestra preciosísima
Sangre, desprendednos por completo así del mundo como
de nosotros mismos; y en el momento de nuestra agonía,
dadnos gracia para ofreceros de corazón el sacrificio
de la vida en expiación de nuestros pecados.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros,
Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en
Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido
con mis pecados. |
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SÉPTIMA
PALABRA
Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu
(Lc.
23, 46)
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Jesús amado, que por
amor mío agonizasteis en la cruz, y que en cumplimiento
de tan grande sacrificio aceptasteis la voluntad del Eterno Padre
al encomendar en sus manos vuestro espíritu para enseguida
inclinar la cabeza y morir: tened piedad de todos los fieles
agonizantes y de mí en aquella hora postrera; y por los
méritos de vuestra preciosísima Sangre, otorgadnos
en nuestra agonía una perfecta conformidad a vuestra divina
voluntad, a fin de que estemos dispuestos a vivir o a morir según
sea a Vos más agradable; y que no suspiremos para nada
más que por el perfecto cumplimiento en nosotros de vuestra
adorable voluntad.
Tres Gloria.
Tened piedad de nosotros,
Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en
Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido
con mis pecados. |
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Díptico
de la crucifixión de Rogier van der Weyden. 1460
Museo de Arte de Filadelfia. |
ORACIÓN
A LA VIRGEN DOLOROSA
Madre Santísima de los
Dolores, por el intenso martirio que sufristeis al pie de la
Cruz durante las tres horas de agonía de Jesús,
dignaos en nuestra agonía asistirnos a todos los que somos
hijos de vuestros dolores, a fin de que con vuestra intercesión,
podamos pasar del lecho de muerte a ser vuestra corona en el
santo Paraíso. Amén.
V. De muerte súbita e imprevista.
R. Líbranos, Señor.
V. De las insidias del diablo.
R. Líbranos, Señor.
V. De la muerte eterna.
R. Líbranos, Señor. |
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Oración final.
Oh Dios, que en la muerte dolorosísima de vuestro Hijo
habéis constituido un ejemplo y un auxilio para la salvación
del linaje humano: concedednos, os rogamos, que en el peligro
último de nuestra muerte merezcamos alcanzar el efecto
de tan grande caridad y entrar en la gloria del Redentor. Por
el mismo Jesucristo Señor nuestro. Amén. |
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