ORACIÓN
I
Bienaventurado
Juan, que en la hora de la muerte quisisteis estrechar en vuestras
manos el Crucifijo, el Rosario y las Reglas, diciendo: "estas
tres cosas me son muy amadas; con ellas moriré gustoso",
alcanzadme, os lo suplico por la Sangre de Jesucristo, tal respeto
a la ley santa de Dios y obligaciones de mi estado, tal devoción
a María Santísima, y tal amor a Cristo Crucificado,
que al morir pueda repetir como vos: "Estas tres cosas son
las que siempre he amado más en mi vida, y con ellas en
el corazón moriré contento." Amén.
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ORACIÓN
II
Joven enérgico
a quien Dios nos mostró como modelo, para revelarnos los
tesoros de santidad que se encierran en la práctica santa
de la vida ordinaria, te ruego me concedas constante fidelidad
en la observancia de mis deberes, pureza de corazón, intrepidez
y fortaleza contra los enemigos de mi salvación eterna,
y prontitud en el cumplimiento de la voluntad divina.
Por tu singular
devoción a la Madre de Jesucristo, alcánzame un
ferviente amor a Jesús y María, que yo pueda infundir
a los demás. Por ello te elijo como singular patrono mío,
suplicándote humildemente que me hagas diligente en las
cosas de Dios, y me ayudes para llevar una vida llena de buenas
obras. Cuando me llegue la hora de la muerte, aliéntame
con aquellos sentimientos de humilde confianza que cuando estabas
para volar al cielo, estrechando con las manos contra el pecho
el crucifijo, el rosario de la Virgen y el libro de las Reglas,
te inspiraron aquellas palabras: "Estas son mis tres prendas
queridas; con ellas muero contento."
Concede, Señor
Dios, a tus siervos imitar en tu servicio aquellos ejemplos de
inocencia y fidelidad con que el angélico Juan consagró
la flor de su edad. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
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ORACIÓN
III
Bellísimo
encanto de inocencia, San Juan Berchmans, lirio que en el paraíso
de la Iglesia descuella entre tantas flores de celestial hermosura:
¿quién no se siente embelesado al contemplar el
admirable concierto de virtudes, que desde las más tierna
edad resplandecieron en vuestra alma candorosa? Ángel
en la niñez por vuestra pureza e inocencia, santo en la
juventud por vuestra fidelidad a la gracia, y envidiable en la
muerte por el gozo que os infundió la gloria que esperabais.
A ti acude la juventud para conservar la inocencia y salir de
sus extravíos; a ti en cuyo semblante se reflejaba, como
en un espejo, la justicia original que perdieron nuestros primeros
padres. "Hacerlo todo bien", esta fue vuestra divisa,
pues en eso está cifrado el mérito de la virtud
y el heroísmo de la santidad. ¡Oh, quién
pudiera unir con la perfección que alcanzaste, la modestia
con el agrado, el silencio y la amabilidad, la hermosura y el
rubor, el donaire y la alegría, con la delicadeza de conciencia,
la unión con Dios y el trato con el prójimo. Quien
me diera tu vigilancia sobre los sentidos y la puntualidad que
tuviste en el cumplimiento de vuestros deberes de hijo, de estudiante
y de religioso. Al leer vuestra vida me parece tan fácil
ser santo, pero ¡ay! que una triste experiencia me convence
de mi cobardía y de mi miseria. Suple pues, oh amable
protector mío, con tu intercesión lo que falta
a mis méritos a fin de que logre veros en el Cielo por
toda la eternidad. Amén. |