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BEATA IMELDA LAMBERTINI
1322 - 1333
ORACIONES


La beata Imelda Lambertini nació en Bolonia (Italia) en 1322. Siendo todavía niña entró en un convento de dominicas de la ciudad. Su mayor deseo era recibir a Jesús en la Sagrada Comunión, pero como no tenía todavía la edad prescrita para hacerlo, suplicaba a todos que la escuchasen, esforzándose constantemente por merecerlo llevando una vida de piedad y virtud. Finalmente ocurrió que el día de la Vigilia de la Ascensión, mientras rezaba arrodillada, una hostia apareció por encima de su cabeza. El capellán se la dio. Un rato más tarde, cuando la priora fue a comprobarlo la encontró muerta pero aún arrodillada ante el altar. Por este ardiente deseo tan grande de recibir a Jesús en la eucaristía Imelda es la Patrona de los niños que hacen la Primera Comunión. Fue beatificada en 1826 y su fiesta se celebra el 12 de mayo.

 

ORACIÓN
A LA BEATA IMELDA, PATRONA DE LA PRIMERA COMUNIÓN Y ABOGADA DE LA INFANCIA

¡Oh Bienaventurada Imelda, amorosísima flor abierta al rayo del Sol Eucarístico!, henos aquí, amable protectora nuestra, postrados de hinojos en tu presencia y llenos de santa admiración y piadosos sentimientos por verte en tan tierna edad abrasada en los fervientes ardores del amor de Jesús, escondido en el Sagrario.

Pero si el recogimiento y el ardor de tu oración te pusieron bella y embalsamada, cual preciosísima flor, a sus divinos ojos, no nos sucede lo mismo a nosotros. ¡Grande es nuestra confusión al vernos tan ocupados con las mil vanidades del mundo, aun cuando queremos orar al pie de los altares! Nuestra alma, apenas en la primavera de la vida, aparece ya marchita y seca, como si no bastaran a reanimarla las aguas de la divina gracia. Préstanos tu ayuda, oh amabilísima Abogada nuestra, que cual rocío celestial refresques nuestro espíritu, que el mundo ha marchitado. Aprendan nuestros corazones, al contacto del tuyo, el amor a Jesús, y vuelvan amor por amor a quien nos ha amado hasta morir en la Cruz y quedarse en el Tabernáculo para llegar hasta nosotros.

V. Bienaventurada Imelda, Patrona de la Primera Comunión, ruega por nosotros.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración. Señor Jesús, que habiendo abrasado con el fuego de vuestro amor y recreado milagrosamente con el alimento de la Inmaculada Hostia a la Bienaventurada Imelda la recibisteis en el cielo, concedednos por su intercesión acercarnos a la sagrada Mesa con el mismo ardor de caridad que ella, de tal manera que ansiemos separarnos del cuerpo para unirnos a Vos, que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

__________

 

ORACIÓN
DE LOS NIÑOS A SU PATRONA, SANTA IMELDA

[Angel llevando la comunión]Niña querida del Niño Jesús, moriste de amor a El en la hora misma de recibir tu Primera Comunión; sé tú mi intercesora para con el divino Niño. Preséntale mi corazón; suple lo que a mí me falta para serle agradable; alcánzame la gracia de comulgar con las debidas disposiciones; tráemelo a mi lado a la hora de mi muerte para que mi alma expire abrazada a El y en compañía de ambos viva y reine en el cielo por los siglos de los siglos. Amén.

[Estampa francesa de finales del siglo XIX de la beata Imelda Lambertini]

IMELDA
por Jacinto Verdaguer
[1]
(1845-1902)

De Jesús sacramentado
Imelda está enamorada:
ante él se pasa las noches
del atardecer al alba.
Mas, ¡ay!, las pasa llorando,
de mal de amor y añoranza.
De su sangre tiene sed,
y hambre de su carne santa;

y no puede todavía
comer el pan de las almas.
Le falta un abril a dos
para ser de El enramada:
muy linda tendrá que ser
si tan grande Amor la enrama.

A las plantas de Jesús
llora la pobre novicia:
- Me dicen que por pequeña
no comulgo todavía.
Pues vos, ¡mi amable Jesús!,
¿por ventura no decías:
"Dejad que los pequeñuelos
vengan en mi compañía?"
¿No amabais vos a los niños?
¿No lo eriais vos, mi delicia?
Jesús, ¡compasión de mi,
que de amor me siento herida!
Si no me acudís bien presto,
no me encontraréis ya viva.

El día de la Ascensión
despierta antes que la aurora:
sale al jardín del convento
a cortar lirios y rosas.
En cada flor que recoge
pone un beso de su boca.

Dice: Al lado de mi Amor
hoy exhalarás tu aroma:
¿y yo habré de estarme lejos
habiendo de ser su esposa?
La campana del convento
al templo llama a las monjas;
ella su ramito lleva
y en el altar lo coloca,
donde quisiera quedarse
para aspirar los aromas;
no los que exhalan las flores,
sino Aquel que la enamora.
Como abejas al panal
se acercan a Dios las monjas:
ella comulgar no puede
y se está detrás de todas.
Ve cuál fluye aquella fuente
y ardiente sed la devora;
de aquellas aguas del cielo
beber no puede una gota
y en lágrimas y Suspiros
su corazón desahoga.
De manos del sacerdote
de pronto vuela una hostia,
y va hasta Imelda volando,
como blanca mariposa.
El sacerdote la sigue
y el copón bajo coloca
para que retorne al nido
el pichoncito de gloria.
Mas él volando, volando,
nunca desciende a la copa,
pues no quiere Separarse
de Su celestial paloma.

El sacerdote, inspirado,
lo pone a Imelda en la boca...

Ya tiene lo que ella quiere;
nada en río de delicias.
No pudiendo soportarlas
cae al suelo amortecida,
y cual cristal que se rompe
su vida al romperse... expira.
Imelda muere de amor:
¡bien haya el que quiso herirla!
Quien de tal modo la hirió
bien será su medicina.
Hoy cuando asciende a los cielos
la lleva en su compañía.
¡La primera comunión
le es Viático a la niña!


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