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DÍA SEGUNDO
No temas; el Señor me
ha puesto en tu camino; para algo será... ¿Te puedo
ayudar?; pues te ayudo: es un consuelo que el Señor me
da, y muy grande. ¿Necesitas un apoyo material, quizás
un consuelo humano?; pues sea: el Señor así lo
ha dispuesto. No hay dolor que no tenga compensación en
esta o en la otra vida, y que, en realidad, para ganar el Cielo
se nos pide muy poco.
¡Cómo me consuela
saber que has llorado a los pies de la Virgen! ¿Verdad
que Ella consuela? Te aseguro que de la Virgen lo espero todo.
¡Si vieras!... ¡Es tan buena la Virgen! No hay pena
que Ella no dulcifique, no hay alegría que Ella no santifique.
Terminar con la oración
final de todos los días.
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DÍA TERCERO
Si con sencillez me dices que
yo puedo ayudarte, también sencillamente te diré
que todo lo que soy y puedo lo tienes ya; me uno a tus oraciones.
Muchas veces al pensar en el "Pedid y recibiréis"
y en lo miserables que somos, incluso en el pedirle a Dios, me
decía: "Señor, nada os pido"; pero en
ese nada tan seco va encerrado todo lo que me podéis dar,
y que yo no acierto a comprender. Como veis, Señor, nada
os pido, y sin embargo os lo pido todo.
Con Jesús y María
a mi lado lo puedo todo. ¡Sería todo tan fácil
si acudiéramos a la Señora! A mí me ha sacado
adelante en muchas ocasiones.
Terminar con la oración
final de todos los días.
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DÍA CUARTO
Dios me ha escuchado y me escucha;
lo sé y lo veo... Sabía que Dios me quería,
¡pero podamos hacer algo: quisiera que a mi alrededor no
hubiera más que almas que le amaran mucho. ¡Qué
bueno es el Señor, qué sencillos sus caminos! Parece
que está esperando que tengamos cualquier dificultad para
alargarnos una mano y tendernos su ayuda. Te aseguro que es muy
dulce abandonarse en manos de tan buen Padre.
Ama mucho a la Virgen, y esto
te ayudará para amar a Dios. ¡Qué suave y
dulce es consagrarse a Maria! A mí no me negó nada
desde el primer día de mi vida religiosa.
Terminar con la oración
final de todos los días.
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DÍA QUINTO
Verdaderamente que vuestra
situación es apurada, pero ten fe y confía: el
Señor, cuando a El se le deja hacer, no hace las cosas
a medias, y, o todo termina pronto, o lo arregla. ¡Qué
más da, si es El el que lo dispone! Animo, querido hermano;
no quieras aliviar tu sufrimiento, tampoco quieras aumentarlo,
no quieras nada. ¡Qué bueno es tener que sufrir!...
No te quiero quitar nada, pero estoy a tu lado en todo. Ya verás
como todo se arregla..., y se arregla bien, estoy seguro.
Te aseguro que si acudiéramos
siempre a María seria otra cosa de nosotros. A mí
siempre me ha servido de mucho; casi todo se lo debo a Ella,
hasta mi vocación. Ya verás como la Virgen os ha
de arreglar vuestros asuntos, estoy seguro. Mira: tienes que
ayudarme junto a Ella; más podrán dos que uno.
Terminar con la oración
final de todos los días.
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DÍA SEXTO
¡Bendito sea el Señor!
¡Qué cosas hace! Nosotros no sabemos; pero, aunque
parece que desencadena sobre la Humanidad la cruz y el dolor,
¡qué suaves se hacen éstos cuando vemos que
el Señor es el que lo hace! ¡Si vieras..., es tan
agradable y tan dulce estar en las manos de Dios! No te apures,
no llores ni te aflijas por "penas que pasan", y aunque
no pasaran y en la cruz tuviéramos que estar hasta el
fin del mundo, ¡es tan bueno Jesús y tanto nos ama!
Todo, absolutamente todo, en
nuestra vida está en manos de María; de manera
que no hay que preocuparse, que Ella lo arreglará todo:
ponte en sus manos y confía.
Terminar con la oración
final de todos los días.
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DÍA SÉPTIMO
Pobre alma que sufres..., ¿buscas
descanso? Ni en nada ni en nadie lo hallarás; cállate
un poquito, busca un sitio en tu alma, muy oculto, muy silencioso,
y en él pon un poco de amor a Jesús, y, ya verás,
ni penas ni alegrías turbarán tu paz, y aun la
espera se hace dulce, ¡Jesús en el alma! Todo, todo
se arregla mirando a Jesús.
Todos, todos llevamos dentro
algo que, después de Dios, sólo María puede
comprender y puede consolar: ese algo es criatura, ese algo es
necesidad humana, es cariño, a veces dolor, ese algo que
Dios puso en nuestras almas, y que las criaturas no pueden llenar,
para que así busquemos a María; a María,
que fue Esposa, que fue Madre, que fue mujer. ¿Quién
mejor que Ella para comprender, para ayudar, para consolar, para
fortalecer?
Terminar con la oración
final de todos los días.
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DÍA OCTAVO
"Bienaventurados los que
lloran", dijo Jesús en la tierra, a orillas del lago,
y una turba de enfermos, tullidos, pobres y pecadores le seguían.
Y yo creo que al posar en Jesús los ojos, teñidos
antes por el llanto, ahora reían gozosos y bendecían
sus lacras y sus miserias, que era lo que les unía a Jesús.
Y Jesús curaba, y Jesús consolaba, y Jesús,
el tierno Jesús, perdonaba.
La escena se repite; sólo
que Jesús no está en persona en el lago Tiberíades,
Jesús está en el Sagrario. Allí recibe a
sus amigos, allí los consuela, los cura y los perdona.
¡Qué intimidad tan grande la de Jesús con
los que lloran! ¡Benditas lágrimas, penas y enfermedades,
que son nuestro tesoro!
¡Qué bueno y qué
grande es Dios, que nos ofrece el corazón de María
como si fuese el suyo! ¡Qué bien conoce nuestra
miserias que nos pone ese puente... que es María!
Terminar con la oración
final de todos los días.
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DÍA NOVENO
Dios me lleva de la mano por
un campo donde hay lágrimas, donde hay guerras, hay penas
y miserias, santos y pecadores; me pone cerca de la Cruz y, enseñándome
con la mirada todo eso, me dice: "Todo eso es mío,
no lo desprecies; ama a las criaturas, que son mías".
¡Qué alegría tan grande es verse querido
de Dios, contarse en el número de sus amigos, seguirle
paso a paso en Jerusalén con los ojos fijos en su rostro!
Sólo puedo decirte que
con la ayuda de María lo que podemos hacer es esperar.
¡Qué dulce es esperar para el que espera! ¡Qué
dulce es esperar con los ojos cerrados y el corazón abierto!
jQué dulce es esperar pensando en Dios y debajo del manto
de María! Sí, querido hermano, "en sólo
Dios tengo puesta mi esperanza", y esa esperanza es Maria".
Terminar con la oración
final de todos los días.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor Omnipotente, que
glorificas a los humildes y abates a los soberbios, te suplicamos
por la gloria de tu Santo Nombre ensalces la memoria de tu Siervo
Rafael, concediéndonos la gracia que te pedimos por intercesión
del mismo, que vivió y murió para glorificarte
a Ti, Señor, que con el Hijo y el Espíritu Santo
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría,
Gloria, Credo y Salve. |
1. Los textos
de la novena proceden de los escritos del san Rafael Arnáiz.
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