ORACIÓN
I
Glorioso San
Roque, rogad por nosotros que, por nuestros pecados, no nos atrevemos
a presentarnos delante de Dios. Padrenuestro, avemaría
y gloria.
Roque santo,
rogad por nosotros a Dios, que es Padre de misericordia, ahora
que gozáis de su vista en la gloria celestial. Padrenuestro,
avemaría y gloria.
San Roque glorioso,
presentad nuestras humildes súplicas, uniéndolas
a las de la Inmaculada Virgen María y a las de todos los
Santos Franciscanos, para que seamos oídos y podamos dar
a todos las gracias en el nombre de Jesús. Padrenuestro,
avemaría y gloria.
La
cruz santa + selle nuestra frente.
La cruz, santa + selle nuestra boca.
La cruz santa + selle nuestro corazón.
Por el amor
que a la cruz profesó San Roque, con cuya señal
libró a los pueblos del mal contagioso, libradnos, Señor.
V. Rogad a Cristo, Roque
santo, en todas nuestras flaquezas.
R. Para que seamos dignos
de sus promesas,
ORACIÓN.-
Oh, Dios, que por medio de vuestro Ángel presentasteis
al Bienaventurado San Roque una tablilla escrita, prometiéndole
que cualquiera que de corazón le invocare quedaría
libre de los estragos de la peste, concedednos la gracia de que
celebrando su gloriosa memoria, mediante sus méritos y
ruegos, seamos libres de todo contagio tanto de cuerpo como de
alma. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
__________
ORACIÓN
II
Oh glorioso
San Roque, que por vuestro ardiente amor a Jesús habéis
abandonado riquezas y honores y buscasteis la humillación,
enseñadme a ser humilde ante Dios y los hombres. Alcanzadme
la gracia de apreciar en su debido valor las riquezas y los honores
de la vida para que no sean para mi lazos de eterna perdición.
Os lo pido
humildemente, oh glorioso San Roque, para que seamos dignos de
seguiros en el camino que lleva a la salvación eterna.
Libradme de
toda enfermedad corporal. Alcanzadme el favor que os pido si
es para honra vuestra, gloria de Dios y salvación de mi
alma. Amén.
__________
ORACIÓN
III
Misericordiosísimo
y benignísimo Señor, que con paternal providencia
castigáis nuestras culpas, y por la infección del
aire nos quitáis la salud y la vida corporal, para que
reconociéndonos y humillándonos en vuestro acatamiento,
nos deis la vida espiritual de nuestras almas: yo os suplico
humildemente por la intercesión de San Roque, que si es
para vuestra mayor gloria, y provecho de nuestras almas, me guardéis
a mí y a toda esta familia y patria de cualquiera enfermedad
y mal contagioso y pestilente, y nos deis entera salud de alma
y cuerpo, para que en vuestro santo templo os alabemos y perpetuamente
os sirvamos.
Y vos, oh bienaventurado
Santo, que para ejemplo de paciencia, y mayor confianza en vuestro
patrocinio, quiso Dios que fueseis herido de pestilencia, y que
en vuestro cuerpo padecieseis lo que otros padecen, y de vuestros
males aprendieseis a compadeceros de los ajenos y socorrieseis
a los que están en semejante agonía y aflicción,
miradnos con piadosos ojos, y libradnos, si nos conviene, de
toda mortandad, por medio de vuestras fervorosas oraciones, alcanzadnos
gracia del Señor, para que en nuestro cuerpo sano o enfermo
viva nuestra alma sana, y por esta vida temporal, breve y caduca
lleguemos a la eterna y gloriosa, y con vos gocemos de ella en
los siglos de los siglos. Amén.
__________
ORACIÓN
IV
San Roque,
por los ejemplos que nos diste de pobreza, paciencia y caridad
con los enfermos, te imploramos tu intercesión para imitarte
y conseguir la protección de Cristo, Señor universal;
especialmente contra la contaminación de los elementos
naturales y de las costumbres. Confiamos que como tantas veces
socorriste a nuestros antepasados, también ahora lo hagas
con nosotros. Amén.
__________
ORACIÓN
V
Todopoderoso
y sempiterno Dios, que por los méritos e intercesión
del bienaventurado San Roque, tu Confesor, hiciste en otro tiempo
cesar una peste general que desolaba al género humano.
Dígnate conceder a nuestros ruegos, que todos los que
llenos de confianza en tu misericordia te suplicaren los preserves
de semejante azote, sean libres, por la intercesión de
tu glorioso Confesor, así de esta enfermedad como de todo
lo que pueda turbar su quietud. Por Nuestro Señor Jesucristo,
que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
|