![[Modelo de tarjeta para imprmir intención de misa]](../imagenes/tarjeta_ofrecimiento_misa.jpg)
Modelo 1 tarjeta de Misa para imprimir (tamaño A5 148×210 mm)
Modelo 2 tarjeta de Misa para imprimir (tamaño A4 210x297 mm. Plegar
2 veces por la mitad)
La misa, sea celebrada en la
iglesia de un pequeño pueblo de la montaña, en
la catedral de Ajaccio o en la basílica de San Pedro de
Roma, tiene un alcance universal. Lo que se hace presente, a
saber, el sacrificio de Cristo ofreciendo su vida al Padre en
un extraordinario estallido de amor, es por nosotros y
por todos. La Eucaristía, sacramento del amor, nos
convierte en contemporáneos del sacrificio de Cristo al
Padre, a fin de que nos podamos asociar a este gesto de ofrenda
y participar en la obra de nuestra salvación y de la salvación
del mundo.
Con todo, el alcance universal
de la celebración de la Eucaristía permite al presbítero
que la celebra añadir una intención particular
que le es confiada por los fieles. Las intenciones son diversas,
afectan a la vida de las personas, a los acontecimientos que
las marcan, pero también y sobre todo a los fieles difuntos.
El uso se ha extendido, en las familias, de hacer celebrar una
misa por un difunto. ¿Cuál es el alcance y el significado
de este gesto?
La muerte es la ruptura
de relación
La muerte de nuestros allegados, tanto si es súbita como
si es causada por una larga enfermedad, es siempre una separación,
una ruptura de la relación con el ser amado.
San Pablo nos exhorta a no dejarnos abatir como aquellos que
no tienen ninguna esperanza. Él no nos pide, de ninguna
manera, que neguemos el sufrimiento, sino que lo vivamos a la
luz de la esperanza ofrecida por el Resucitado. Habiendo ofrecido
su vida por amor a la humanidad, Cristo nos abre el acceso a
la Vida de Dios.
Situarse en el punto de
partida
Lo que constituye el núcleo de la esperanza del cristiano
está presente en cada Eucaristía: anunciamos la
muerte del Señor Jesús y celebramos su resurrección
esperando su vuelta. Celebrar la Eucaristía es, de alguna
manera, situarnos en el punto de paso entre nuestro mundo y el
Reino de amor y de felicidad que es la tierra prometida de todos
los que pasan por Cristo. Él nos da testimonio:Yo
soy la puerta(Jn 10,9), Nadie va al Padre, sino por
mí(Jn 14,6). Cristo presente en la Eucaristía
reune a todos aquellos que están aún de camino
en la tierra y reconocen en él a su Salvador, el camino
a la verdad y la vida. Pero el Cristo que nos recibe en la Eucaristía
está también en comunión con todos aquellos
que ya han dejado este mundo hacia el Padre.
Restablecer una relación
en la comunión en Cristo
Cuando confiamos una intención de misa por un difunto,
vivimos en Cristo Resucitado un encuentro misterioso aunque real
con aquel o aquella que ya ha entrado en la vida. La comunión
de los Santos establecida en Cristo hace vivir en comunión
a los vivientes en la tierra y los vivientes en el cielo. Unidos
a Cristo en la celebración de la Eucaristía estamos
en comunión con nuestros difuntos. Rogamos a Cristo por
ellos, ellos ruegan a Cristo por nosotros. En esta comunión
así establecida, les podemos hablar de lo que nos hace
llorar, sufrir, confiar y esperar. La Eucaristía se convierte
en el espacio de un misterioso intercambio y de una profunda
comunión de amor y de oración con aquellos que
ya han vivido su pascua decisiva hacia el Padre. Estamos más
allá de un simple recuerdo doloroso, vivimos dentro de
una misteriosa presencia unos y otros, en el seno de una comunión
establecida por el don del amor de Cristo y vivificado permanentemente
por el espíritu.
Lo que se celebra en la Eucaristía
no tiene precio. Vivimos totalmente en el orden de la gratuidad
del amor, de la gracia de Dios que nos ofrece su Vida y su comunión
de amor. Sin embargo, a partir de una tradición establecida
desde el siglo XII, es costumbre hacer una ofrenda al presbítero
que celebra la misa por la intención particular.
Es necesario comprender bien
que no se trata de comprar una misa como si el misterio celebrado
tuviera un valor comercial.
La antigua práctica
de confiar una intención de misa por nuestros difuntos
la tendríamos que fomentar mucho, aún. Es un gesto
de afecto y de vinculación con aquellos que nos han dejado.
Nos permite vivir su ausencia y mantiene nuestra esperanza. Nos
hace comulgar con el misterio de amor en Cristo y nos vincula
unos a otros.
1. Artículo publicado en la
hoja mensual de la Parroquia
San Lucas Evangelista (Villanueva del Pardillo, Madrid) de noviembre
de 2008. [Volver]
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