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08-12-2015 al 20-11-2016 por P. Cesar Ruiz, (misionero comboniano) |
Versión PDF para imprimir folleto tríptico ¿Qué es un
Año Santo? El primer Año Jubilar lo convocó el Papa Bonifacio VIII, el año 1300, y el último: san Juan Pablo II el año 2000. En la Iglesia se han celebrado 26 años jubilares ordinarios. El que estamos celebrando es extraordinario y responde a la necesidad de misericordia del hombre de hoy. ¿Qué es la
indulgencia plenaria? ¿Qué es una
Puerta Santa? La Puerta representa a Cristo. Él mismo dice: "Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará (Jn 10,9). Al entrar por ella, los fieles desean obtener el perdón misericordioso del Padre que acoge a todos y sale al encuentro de cada uno. La Puerta Santa de la Basílica de san Pedro, en Roma, ha sido la primera que se ha abierto en este Año de la Misericordia. Para facilitar las cosas, el Santo Padre ha establecido, por primera vez en la historia, que, en todas las diócesis del mundo, haya una Puerta Santa en cada catedral y en las iglesias designadas por el obispo diocesano. De esta forma, los fieles podrán ganar el jubileo en su diócesis, sin tener que desplazarse a otros lugares. Condiciones para ganar la
indulgencia plenaria * Peregrinar hacia la Puerta
Santa de un templo jubilar. También pueden ganar la indulgencia plenaria los enfermos, las personas ancianas que no pueden salir de casa y los presos. En estos casos deben cumplir con las condiciones anteriores, exceptuando la peregrinación a un templo jubilar. Templos jubilares de la
diócesis Observaciones La indulgencia plenaria se
puede conseguir una vez al día, y los fieles podrán
aplicarla a sí mismos o en sufragio por las almas de los
difuntos, pero no a personas vivas. Aunque es conveniente hacer en el mismo día todos los ritos y oraciones; sin embargo es suficiente con que se realicen unos veinte días antes o después del acto indulgenciado. Vivir misericordiosamente Nota: Durante el Año Jubilar, el Papa Francisco ha concedido a todos los sacerdotes la facultad de perdonar el pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón pidan perdón. Reflexión sobre la
misericordia Ahora bien, para que el perdón
de Dios se haga realidad en nuestra vida, es necesario que nosotros
también perdonemos de corazón a nuestros hermanos
(cf. Mt 18,33-35). La grandeza de una persona se manifiesta en
su capacidad de perdón; san Juan Crisóstomo dice:
"Nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos
a perdonar". El perdón de las ofensas es necesario
para alcanzar la paz del corazón. Para ser felices tenemos
que dejar de lado el rencor, la rabia, la violencia y el deseo
de Jesús nos muestra la misericordia como ideal de vida, y proclama bienaventurados a los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7). Un buen camino para vivir esta bienaventuranza es recordar y practicar las obras de misericordia corporales (visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los presos, enterrar a los muertos) y espirituales (enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, rezar a Dios por los vivos y por los difuntos). El Papa Francisco señala también que cada vez que un fiel realice personalmente una o más obras de misericordia corporales y espirituales "obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar". Oración oficial del
Jubileo Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso. Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios. Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. |
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