LETANÍAS
DE LA BUENA MUERTE [1]
Jesús, Señor,
Dios de bondad, Padre de misericordia, aquí me presento
delante de Vos con el corazón humillado, contrito y confuso,
a encomendaros mi última hora y la suerte que después
de ella me espera.
Cuando mis pies, fríos
ya, me adviertan que mi carrera en este valle de lágrimas
está por acabarse; Jesús misericordioso, tened
compasión de mí.
Cuando mis manos trémulas
ya no puedan estrechar el Crucifijo, y a pesar mío le
dejan caer sobre el lecho de mi dolor; Jesús misericordioso,
tened compasión de mí.
Cuando mis ojos, apagados con
el dolor de la cercana muerte, fijen en Vos por última
vez sus miradas moribundas; Jesús misericordioso, tened
compasión de mí.
Cuando mis labios fríos
y balbucientes pronuncien por última vez vuestro santísimo
Nombre; Jesús misericordioso, tened compasión
de mí.
Cuando mi cara pálida
amoratada causa ya lástima y terror a los circunstantes,
y los cabellos de mi cabeza, bañados con el sudor de la
muerte, anuncien que está cercano mi fin; Jesús
misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis oídos, próximos
a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres,
se abran para oír de vuestra boca la sentencia irrevocable
que marque mi suerte para toda la eternidad; Jesús
misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mi imaginación,
agitada por horrendos fantasmas, se vea sumergida en mortales
congojas, y mi espíritu, perturbado por el temor de vuestra
justicia, a la vista de mis iniquidades, luche con el ángel
de las tinieblas, que quisiera precipitarme en el seno de la
desesperación; Jesús misericordioso, tened compasión
de mí.
Cuando mi corazón, débil
y oprimido por el dolor de la enfermedad, esté sobrecogido
del horror de la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos
que hubiere hecho contra los enemigos de mi salvación;
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando derrame mis última
lágrimas, síntomas de mi destrucción, recibidlas,
Señor, en sacrificio de expiación, para que muera
como víctima de penitencia, y en aquel momento terrible,
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis parientes y amigos,
juntos a mí, lloren al verme en el último trance,
y cuando invoquen vuestra misericordia en mi, favor; Jesús
misericordioso, tened compasión de mi.
Cuando perdido el uso de los
sentidos, desaparezca todo el mundo de mi vista y gima entre
las últimas agonías y afanes de la muerte; Jesús
misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando los últimos suspiros
del corazón fuercen a mi alma a salir del cuerpo, aceptadlos
como señales de una santa impaciencia de ir a reinar con
Vos, entonces: Jesús misericordioso, tened compasión
de mí.
Cuando mi alma salga de mi
cuerpo, dejándolo pálido, frío y sin vida,
aceptad la destrucción de él como un tributo que
desde ahora quiero ofrecer a vuestra Majestad, y en aquella hora:
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
En fin, cuando mi alma comparezca
delante de Vos, para ser juzgada, no la arrojéis de vuestra
presencia, sino dignaos recibirla en el seno amoroso de vuestra
misericordia, para que cante eternamente vuestras alabanzas;
Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Oración. Oh Dios mío, que condenándonos
a la muerte, nos habéis ocultado el momento y la hora,
haced que viviendo santamente todos los días de nuestra
vida, merezcamos una muerte dichosa, abrasados en vuestro divino
amor. Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo,
que vive y reina con Vos, en unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
__________
ORACIONES
A JESÚS PARA
QUE NOS LIBRE DE MUERTE REPENTINA
¡Oh misericordioso Jesús!
Por vuestra agonía y sudor de sangre, y por vuestra muerte,
libradnos, os suplico, de la muerte súbita y repentina.
¡Oh benignísimo
Señor Jesús! Por el acerbísimo e ignominioso
tormento de los azotes y corona de espinas, por vuestra cruz
y pasión amarguísima, por vuestra bondad, humildemente
os ruego no permitáis que yo muera repentinamente, ni
pase de esta vida a la otra sin recibir los Santos Sacramentos.
¡Oh amantísimo
Jesús, Señor y Dios mío! Por todos vuestros
trabajos y dolores, por vuestras sagradas llagas, por aquellas
últimas palabras, ¡oh mi dulce Jesús!, que
dijisteis en la Cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?, y por aquel fuerte clamor: Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu, ardentísimamente
os ruego que no me saquéis repentinamente de este mundo.
Hechura soy, ¡oh Redentor mío!, de vuestras manos,
y formado me habéis enteramente. ¡Oh! Por vida vuestra,
Señor, no me precipitéis de improviso; dadme, os
suplico, espacio para hacer penitencia; concededme un tránsito
feliz y gracia para que os ame de todo corazón, os alabe
y os bendiga por toda la eternidad. Amén.
Señor mío Jesucristo,
por aquellas cinco llagas que por nuestro amor recibisteis en
la Cruz, socorred a vuestros siervos redimidos con vuestra preciosísima
sangre.
1. También
conocidas bajo el nombre de "Súplicas a Jesús
crucificado para obtener la gracia de una buena muerte",
su autoría se atribuye a una joven protestante que se
convirtió al catolicismo a la edad de quince años
y que murió con fama de santidad a los diez y ocho. Tanto
Pío VII como León XII concedieron indulgencias
a esta oración. [Volver]
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