Rezar despacio,
meditando estos dolores:
1º Dolor
La profecía
de Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Virgen María: por el
dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que
una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos
de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que
tu participación en nuestra redención como corredentora
sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor.
. . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos
hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve, María,
2º Dolor
La huida a Egipto
con Jesús y José.
Virgen María: por el
dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan
lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo
tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte
el que precisamente había venido a traernos vida eterna;
te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos
del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del
demonio.
Dios te salve, María,
3º Dolor
La pérdida
de Jesús.
Virgen María: por las
lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder
a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías
qué le habría podido ocurrir en una edad en que
todavía dependía de tu cuidado y de San José;
te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos
del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos
caminos.
Dios te salve, María,
4º Dolor
El encuentro de
Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
Virgen María: por las
lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver
a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas,
llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él,
que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir
este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente
muerte de cruz, después de haber sido azotado como si
fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado
de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente
para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio,
le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en
la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico,
aún mayor sería el dolor espiritual por ser una
burla y una humillación tan grande; sufrió y se
humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros
del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por
los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos
de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios te salve, María,
5º Dolor
La crucifixión
y la agonía de Jesús.
Virgen María: por las
lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver
la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo
Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida
a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y
éste era el momento cumbre de su pasión; Tú
misma también te sentirías morir de dolor en aquel
momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos
del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado
y haz que podamos recibir los frutos de la redención.
Dios te salve, María,
6º Dolor
La lanzada y el
recibir en brazos a Jesús ya muerto.
Virgen María: por las
lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver
la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías
como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón
Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya
no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros
por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido
en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te
lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos
hombres y también víctima de nuestros pecados;
te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos
del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.
Dios te salve, María,
7º Dolor
El entierro de
Jesús y la soledad de María.
Virgen María: por las
lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar
a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de
todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación
hasta el último momento; y aunque Tú supieras que
al tercer día resucitaría, el trance de la muerte
era real; te quitaron a Jesús por la muerte más
injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los
siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue
torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan
caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú,
Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste
en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de
aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y,
por los méritos del mismo, concédenos a cada uno
de nosotros la gracia particular que te pedimos
Dios te salve, Maria,
Gloria al Padre .
1. La Santísima Virgen María
manifestó a Sta. Brígida que concedía siete
gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas
y dolores y rezando siete Avemarías:
- Pondré paz en sus familias.
- Serán iluminados en
los Divinos Misterios.
- Los consolaré en sus
penas y acompañaré en sus trabajos.
- Les daré cuanto me
pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi
Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
- Los defenderé en los
combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré
en todos los instantes de su vida.
- Los asistiré visiblemente
en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
- He conseguido de mi Divino
Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas
y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad
eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados,
y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.
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