ORACIONES INICIALES
Postrado humildemente con
una firme esperanza en Dios, y en la poderosa protección
de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal
de la Santa Cruz, etcétera.
Acto de contrición
Señor
mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor
mío. Por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas
las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo
firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las ocasiones
de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos
mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis
pecados. Y como os suplico, así confío en vuestra
bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por
los merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y
muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y para perseverar
en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh
Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo
todo mi corazón, implorando vuestra bondad: yo soy aquella
oveja perdida que mi amado Jesús, como Pastor bueno, se
afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al
redil de la Iglesia. ¿Permitiréis ahora que se
pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo!
La causa verdaderamente es mía, porque se trata de mi
eterna salud, pero también es vuestra, porque se interesa
vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la tierra, me hallo
en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo
sentimiento que aflige mi corazón. Porque, qué
me importará ganar el Universo, si me pierdo para siempre.
Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta
el trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis
mi alma de las furias del león infernal. En Vos confío,
Madre piadosa, favorecedme en tan grave necesidad. Acordaos ¡oh
graciosísima Virgen María! que jamás se
ha oído decir de nadie, que habiéndose acogido
a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo, e implorando
vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta
confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo
y suplicándoos, que me adoptéis para siempre como
hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna salvación.
No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la
palabra eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente,
éste será todo mi consuelo sobre la tierra, y me
inspirará la más segura confianza de ser colocado
un día entre los Coros de los Angeles, donde alabaré
para siempre a Dios mi Salvador, y cantaré eternamente
las misericordias de mi excelsa Protectora. Así sea.
Leer y meditar a continuación
la lectura del día que corresponda:
DÍAS
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| 5 | 6
| 7 | 8
| 9
ORACIONES FINALES
Terminar cada día
rezando cinco Avemarías y las oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima
vino en carne mortal a Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol
Santiago, por mandato de la Santísima Virgen, su santo
Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su nombre.
Avemaría.
3. Por habernos dejado como
un don precioso su sagrada Imagen, que es nuestro amparo y consuelo
en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna
angélica, símbolo de la fortaleza y estabilidad
de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo.
Avemaría.
5. En acción de gracias
por los infinitos beneficios que desde su venida nos ha dispensado
como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor,
por la intercesión de la Santísima Virgen, la gracia
particular que cada uno desea conseguir en esta Novena; y luego
se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a
la Iglesia, que desde su principio ha reclamado vuestra protección.
Reconoced en ella la Esposa de Vuestro único Hijo, que
la ha rescatado con el precio de toda su sangre. Haced que resplandezca
con tal brillo de santidad, que pueda presentarse digna de su
divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre
de Dios Hijo! que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
¡Aurora brillante de este sol divino! disipad las tinieblas
de la herejía y del cisma. Haced que todos sigan la luz
de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno de la verdadera
Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una
viva fe, os invoquen con una esperanza firme, y os amen con un
amor perfecto. ¡Esposa del Espíritu Santo, que ha
reunido en un sólo rebaño y en una misma religión,
tantas y tan diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes
cristianos y sus ministros la abundancia de gracias, de que sois
dispensadora. Penetrad sus corazones del espíritu de paz
y de concordia, que al nacer vuestro hijo se anunció a
la tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad de
vuestra Iglesia. ¡Oh María, Templo de la Santísima
Trinidad, toda pura y sin mancha en vuestra Concepción!
Mirad con ojos de misericordia a la nación española,
vuestra nación predilecta, que tanto habéis distinguido
de las demás; a pesar de sus pecados, continuad siempre
en amarla: mantenedla en la fe católica, apostólica,
romana: conservadla en la unidad católica, a fin de que
defendida por vuestra gracia de todo error estando al abrigo
de toda disensión, y consagrada a servir a vuestro Santísimo
Hijo y a Vos con un culto digno, pueda marchar constantemente
al fin que le habéis prometido, y merecer teneros siempre
por su Protectora en la tierra, y por su Reina y Corona en el
Cielo. Así sea.
Días 1 a 3 de
la novena en la página siguiente
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