1.
ORACIÓN PARA ANTES
DEL EXAMEN DE CONCIENCIA
Oh Señor y Dios
de bondad Bien sé que Vos no queréis la muerte
del pecador, sino que se convierta y viva. Por mi, Dios mío,
cargasteis con la Cruz, y desde ella me llamáis, aunque
soy la criatura más ingrata y pecadora: me llamáis,
no para castigarme sino para perdonarme. Ayúdame Señor,
para que haga con fruto esta confesión y sane de la mortal
dolencia que me causaron mis pecados ¡Oh Virgen Soberana!
Ayúdame, pues sois Madre y refugio de pecadores. No permitáis
que el enemigo de mi alma impida lo que yo tanto deseo. ¿Cómo
podré decir las enormes culpas y maldades de mi desconcertada
vida, si la gracia de Dios no me asiste? Alcanzadme esta gracia,
oh Virgen Santísima! Gloriosa Santa Magdalena, venid en
mi ayuda, y, si en el pecar os he imitado, siga vuestro ejemplo
en confesar mis pecados, y en hacer penitencia. Santo Angel de
mi Guarda, ayudadme en todo. ¡Oh Dios mío, quién
pudiera con lágrimas de sangre borrar tantas culpas!
*
2.
ORACIÓN DEL PENITENTE PARA DESPUÉS
DEL EXAMEN DE CONCIENCIA
Padre lleno
de clemencia, como el hijo pródigo que marchó hacia
tu encuentro, te digo:
«He pecado
contra Ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo». Cristo Jesús,
Salvador del mundo, como al ladrón al que abriste las
puertas del paraíso te ruego: «Acuérdate
de mí, Señor, en tu Reino». Espíritu
Santo, fuente de amor, confiadamente te invoco: «Purifícame
y haz que camine como hijo de la luz».
Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes
de los pecados ni de las maldades de mi juventud; acuérdate
de mí, Señor, con misericordia, por tu bondad.
(Sal 24, 67.)
Lava del todo
mi delito, Señor, limpia mi pecado, pues yo reconozco
mí culpa, tengo siempre presente mi pecado (Sal 50, 45).
Padre, he pecado
contra Ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Ten compasión
de este pecador. (Lc 15,19; 18-13).
Misericordia
Dios mío por tu bondad. Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa. ¡Oh Dios!, crea en mí
un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu
firme. Jesús, Hijo de Dios, apiádate de mí,
que soy un pecador.
Dios mío,
con todo mi corazón me arrepiento del mal que he hecho
y de todo lo bueno que he dejado de hacer. Al pecar te he ofendido
a Ti, que eres el supremo bien y digno de ser amado sobre todas
las cosas. Propongo firmemente, con la ayuda de tu gracia, hacer
penitencia, no volver a pecar y huir de las ocasiones de pecado.
Señor, por los méritos de la pasión de nuestro
Salvador Jesucristo, apiádate de mí.
*
3.
ORACIÓN PARA DESPUÉS
DE LA CONFESIÓN
Acabáis de decirme,
Jesús, la consoladora palabra: Vete en paz, tus pecados
te son perdonados. Me habéis purificado con vuestra sangre
de la lepra de mis pecados; me habéis sacado de las garras
del enemigo infernal; habéis roto los lazos de la muerte,
abriéndome de nuevo el cielo. Vuestra paz y vuestra alegría
han vuelto otra vez a mi corazón y me atrevo a levantar
con confianza los ojos hacia Vos. Por toda la eternidad celebraré
y cantaré vuestras bondades y finezas, en unión
de los Angeles y los Santos. Pero me habéis dirigido también
este severo aviso: "Ya has recobrado la salud, no vuelvas
a pecar, no te suceda otra cosa peor". Cuando dirijo mi
vista a lo pasado, me siento tentado de abandonarme al desfallecimiento.
¡Tantas veces como he prometido corregirme! y ¡cuántas
no he sido desleal a las más santas resoluciones! Señor,
yo soy flaco, y mi voluntad impotente contra la astucia del maligno
y la violencia de las tentaciones. Sostenedme con vuestra gracia,
os Lo pido por el amor de vuestro Sacratísimo Corazón.
Con vuestra ayuda seré fuerte, con vuestra protección
triunfaré siempre del enemigo. No me abandonéis
en la lucha, cubridme con el escudo de vuestra amorosa presencia
en el momento del peligro, a fin de que no vuelva a caer de nuevo
en el pecado. Concededme también, Señor Jesús,
el cooperar con fidelidad y perseverancia a vuestra santa gracia,
y ya que mi voluntad está ahora firmemente resuelta, ¡oh,
dulce Salvador mío! procuraré con todo empeño
corregirme sirviéndome de los medios necesarios al efecto:
en particular rechazaré tales malos pensamientos... en
tanto me aperciba de su presencia en mi alma, oraré en
las tentaciones y evitaré con cuidado las ocasiones peligrosas...
Completad,
Señor, la obra de la gracia que en mí habéis
comenzado. Amén. |