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ORACIÓN
DE SAN BERNARDO
Doctor de la Iglesia. 1090
- 1153
20 de agosto
Salve Reina de misericordia,
Señora del mundo, Reina del cielo, Virgen de las vírgenes,
Sancta Sánctorum, luz de los ciegos, gloria de los justos,
perdón de los pecadores, reparación de los desesperados,
fortaleza de los lánguidos, salud del orbe, espejo de
toda pureza. Haga tu piedad que el mundo conozca y experimente
aquella gracia que tú hallaste ante el Señor, obteniendo
con tus santos ruegos perdón para los pecadores, medicina
para los enfermos, fortaleza para los pusilánimes, consuelo
para los afligidos, auxilio para los que peligran.
Por ti tengamos acceso fácil
a tu Hijo, oh bendita y llena de gracia, madre de la vida y de
nuestra salud, para que por ti nos reciba el que por ti se nos
dio. Excuse ante tus ojos tu pureza las culpas de nuestra naturaleza
corrompida: obténganos tu humildad tan grata a Dios el
perdón de nuestra vanidad. Encubra tu inagotable caridad
la muchedumbre de nuestros pecados: y tu gloriosa fecundidad
nos conceda abundancia de merecimientos.
Oh Señora nuestra, Mediadora
nuestra, y Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo,
recomiéndanos a tu Hijo, preséntanos á tu
Hijo.
Haz, oh Bienaventurada, por
la gracia que hallaste ante el Señor, por las prerrogativas
que mereciste y por la misericordia que engendraste, que Jesucristo
tu Hijo y Señor nuestro, bendito por siempre y sobre todas
las cosas, así como por tu medio se dignó hacerse
participante de nuestra debilidad y miserias, así nos
haga participantes también por tu intercesión de
su gloria y felicidad.
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ORACIÓN
DE SAN ANSELMO
Doctor de la Iglesia.
1033-1109
21 de abril
¡Oh bendita entre todas
las mujeres, que vences en pureza a los ángeles, que superas
a los santos en piedad! Mi espíritu moribundo aspira a
una mirada de tu gran benignidad, pero se avergüenza al
espectro de tan hermoso brillo. ¡Oh Señora mía!,
yo quisiera suplicarte que, por una mirada de tu misericordia,
curases las llagas y úlceras de mis pecados; pero estoy
confuso ante ti a causa de su infección y suciedad. Tengo
vergüenza, ¡oh Señora mía!, de mostrarme
a ti en mis impurezas tan horribles, por temor de que tú
a tu vez tengas horror de mí a causa de ellas, y sin embargo,
yo no puedo, desgraciado de mí, ser visto sin ellas. |