ORACIÓN DE SAN LUIS GONZAGA
[1]
1568 - 1591
21 de junio
Oh Señora mía,
Santa María: hoy y todos los días y en la hora
de mi muerte, me encomiendo a tu bendita fidelidad y singular
custodia, y pongo en el seno de tu misericordia mi alma y mi
cuerpo; te recomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas
mis angustias y miserias, mi vida y el fin de ella: para que
por tu santísima intercesión, y por tus méritos,
todas mis obras vayan dirigidas y dispuestas conforme a tu voluntad
y a la de tu Hijo. Amén.
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ORACIÓN
DE SAN EFRÉN DE SIRIA
Doctor de la Iglesia.
306-373
18 de junio
Mi santísima
Señora, Madre de Dios, llena de gracia, tú eres
la gloria de nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes,
la reina de todas las cosas después de la Trinidad...,
la mediadora del mundo después del Mediador; tú
eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, la
llave que nos abre las puertas del paraíso, nuestra abogada,
nuestra mediadora. Mira mi fe, mira mis piadosos anhelos y acuérdate
de tu misericordia y de tu poder. Madre de Aquel que es el único
misericordioso y bueno, acoge mi alma en mi miseria y, por tu
mediación, hazla digna de estar un día a la diestra
de tu único Hijo.
ORACIÓN
DE SAN GERMÁN
Obispo de París.
496-576
28 de mayo
¿Quién
no se llenará la admiración ante ti? Tú
eres firme protección, refugio seguro, intercesión
vigilante, salvación perenne, auxilio eficaz, socorro
inmutable, sólida muralla, tesoro de delicias, paraíso
irreprensible, fortaleza inexpugnable, trinchera protegida, fuerte
torre de defensa, puerto de refugio en la tempestad, sosiego
para los que están agitados, garantía de perdón
para los pecadores, confianza de los desesperados, acogida de
los exiliados, retorno de los desterrados, reconciliación
de los enemistados, ayuda para los que han sido condenados, bendición
de quienes han sufrido una maldición, rocío para
la aridez del alma, gota de agua para la hierba marchita, pues,
según está escrito, por medio de ti nuestros huesos
florecerán como un prado.
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ORACIÓN
DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
Doctor de la Iglesia.
1225-1274
7 de marzo
Oh bienaventurada
y dulcísima Virgen María, Madre de Dios, toda llena
de misericordia, hija del Rey supremo, Señora de los Angeles,
Madre de todos los creyentes: hoy y todos los días de
mi vida, deposito en el seno de tu misericordia mi cuerpo y mi
alma, todas mis acciones, pensamientos, intenciones, deseos,
palabras, obras; en una palabra, mi vida entera y el fin de mi
vida; para que por tu intercesión todo vaya enderezado
a mi bien, según la voluntad de tu amado Hijo y Señor
nuestro Jesucristo, y tú seas para mi, oh Santísima
Señora mía, consuelo y ayuda contra las asechanzas
y lazos del dragón y de todos mis enemigos.
Dígnate
alcanzarme de tu amable Hijo y Señor nuestro Jesucristo,
gracias para resistir con vigor a las tentaciones del mundo,
demonio y carne, y mantener el firme propósito de nunca
más pecar, y de perseverar constante en tu servicio y
en el de tu Hijo. También te ruego, oh Santísima
Señora mía, que me alcances verdadera obediencia
y verdadera humildad de corazón, para que me reconozca
sinceramente por miserable y frágil pecador, impotente
no sólo para practicar una obra buena, sino aun para rechazar
los continuos ataques del enemigo, sin la gracia y auxilio de
mi Creador y sin el socorro de tus santas preces. Consígueme
también, oh dulcísima Señora mía,
castidad perpetua de alma y cuerpo, para que con puro corazón
y cuerpo casto, pueda servirte a ti y a tu Hijo en tu Religión.
Concédeme pobreza voluntaria, unida a la paciencia y tranquilidad
de espíritu para sobrellevar los trabajos de mi Religión
y ocuparme en la salvación propia y de mis prójimos.
Alcánzame, oh dulcísima Señora, caridad
verdadera con la cual ame de todo corazón a tu Hijo Sacratísimo
y Señor nuestro Jesucristo, y después de él
a ti sobre todas las cosas, y al prójimo en Dios y para
Dios: para que así me alegre con su bien y me contriste
con su mal, a ninguno desprecie ni juzgue temerariamente, ni
me anteponga a nadie en mi estima propia. Haz, oh Reina del cielo,
que junte en mi corazón el temor y el amor de tu Hijo
dulcísimo, que le dé continuas gracias por los
grandes beneficios que me ha concedido no por mis méritos,
sino movido por su propia voluntad, y que haga pura y sincera
confesión y verdadera penitencia por mis pecados, hasta
alcanzar perdón y misericordia.
Finalmente
te ruego que en el último momento de mi vida, tú,
única madre mía, puerta del cielo y abogada de
los pecadores, no consientas que yo, indigno siervo tuyo, me
desvíe de la santa fe católica, antes usando de
tu gran piedad y misericordia me socorras y me defiendas de los
malos espíritus, para que, lleno de esperanza en la bendita
y gloriosa pasión de tu Hijo y en el valimiento de tu
intercesión, consiga de él por tu medio el perdón
de mis pecados, y al morir en tu amor y en el amor de tu Hijo,
me encamines por el sendero de la salvación y salud eterna.
Amén.
1.
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