Por la
señal
Señor mío Jesucristo
Oración
para todos los días.
Peregrino y enfermo, vuelvo a Ti, Dios mío, cansado de
peregrinar fuera de Ti, y agobiado por el grave peso de mis males.
Lo he visto; lo he experimentado: lejos de Ti no hay abrigo,
ni hartura, ni descanso, ni bien alguno que sacie los deseos
del alma que creaste.
Heme, pues, aquí, desnudo
y hambriento y miserable, ¡oh Dios de mi salud!
Ábreme las deseadas
puertas de tu casa; perdóname; recíbeme; sáname
de todas mis enfermedades; úngeme con el óleo de
tu gracia, y dame el ósculo de paz que prometiste al pecador
contrito y humillado.
¿A quién, sino
a Ti, clamaré, desde el profundo abismo de mis males,
oh Dios mío y Misericordia mía?
Como el ciervo herido desea
la corriente de las aguas, así mi alma corre a Ti, sedienta
de tu amor, y desea tu rostro amabilísimo.
¡Oh Verdad! ¡Oh
Belleza infinitamente amable de Dios! ¡ Cuán tarde
te amé!, ¡cuán tarde te conocí! y
¡cuán desdichado fue el tiempo en que no te amé
ni conocí!
Mis delitos me han envejecido;
mis culpas me han afeado; mis iniquidades han sobrepujado, como
las olas del mar, por encima de mi cabeza.
¡Quién me diera,
Dios mío, un amor infinito para amarte, y un dolor infinito
para arrepentirme del tiempo en que no te amé corno debía!
Mas, al fin, te amo y te conozco,
Bien sumo y Verdad suma, y con la luz que Tú me das me
conozco y me aborrezco, pues yo he sido el principio y la causa
toda de mis males.
¡Conózcate yo,
Dios mío, de modo que te ame y no te pierda!
¡Conózcame a mí,
de suerte que sepa aborrecerme y no me busque vanamente en cosa
alguna!
¡Amete yo, mi Dios, y
suma Riqueza de mi alma, de modo que merezca poseerte! ¡Y
aborrézcame a mí de modo tal que me vea libre de
la gran miseria de mí mismo!
¡Muera yo a mí,
que soy causa de mi muerte, para no morir con muerte sempiterna!
¡Y viva yo para Ti, Dios mío y Vida mía,
de modo que Tú seas mi verdadera vida y mi salud perfecta
para siempre! Amén. |