DÍA QUINTO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Pobreza
Gloriosísimo Padre San
Agustín, que, al sumergiros en las aguas purificadoras
del Bautismo, de tal modo os desnudasteis, en aquel instante,
del afecto a las cosas de la tierra, que ya no pensasteis sino
en abrazaros con la apostólica virtud de la pobreza, y
no contento con abrazarla vos y practicarla, con la increíble
estimación de su hermosura, la persuadisteis a muchos
y sobre ella fundasteis el edificio inmenso de vuestra admirable
y Santa Religión: alcanzadnos, del Dios que os inspiró
tanto amor a la perfectísima pobreza, la gracia de vivir
y morir, como verdaderos pobres de Cristo, desposeídos
de todo apego a las cosas perecederas de acá abajo, y
fijo siempre el corazón y el pensamiento en los bienes
eternos de allá arriba, para que, libres del peso inútil
de aquellas, merezcamos, como vos, la posesión dichosa
de éstos por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes
y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría
y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción
con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de
la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración
final para todos los días.
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DÍA SEXTO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Obediencia
Gloriosísimo Padre San
Agustín, que, desde el día para siempre memorable
en que os incorporasteis a la Iglesia de Cristo, de tal modo
reconocisteis su divina autoridad sobre los hombres, que confesabais
no poder ser hijo de la Fe si no lo fuerais antes de la Iglesia,
y con la palabra y el ejemplo confirmasteis a los fieles en la
universal y absoluta sumisión a la cátedra de San
Pedro: alcanzadnos, del Dios que se hizo a sí mismo obediente
hasta la muerte, la gracia de no separarnos jamás de la
unidad santa de su Iglesia y de rendir nuestro juicio y voluntad
a los Prelados que en nombre de la Iglesia nos gobiernen, con
aquella docilidad que es puerta infalible de la eterna vida,
a fin de que merezcamos, un día, las victorias de los
que dignamente obedecen y la gloria inmarcesible de los que sabiamente
se humillan por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes
y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría
y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción
con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de
la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración
final para todos los días.
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DÍA SÉPTIMO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Humildad
Gloriosísimo Padre San
Agustín, que, desde la cumbre misma de la santidad, y
rodeado de los esplendores de la dignidad altísima de
que os hallabais investido en la Iglesia de Dios, no os olvidasteis
de mirar al abismo de la humana fragilidad y miseria, y, embriagado
del vino generoso de la compunción por los pasados extravíos
de vuestra juventud, los confesasteis a la faz del mundo, para
vuestra humillación y justísima alabanza y glorificación
de la gracia y de las grandes misericordias del Señor:
alcanzadnos del Dios justísimo y misericordiosísimo,
que abate hasta el infierno a los soberbios y ensalza hasta su
gloria a los humildes, la gracia de adorar con reverencia sus
tremendos juicios, reconociendo con verdadera luz nuestros pecados,
y confesando con amor sus divinas misericordias, para que, libres
de la confusión e ignominia de los soberbios. merezcamos,
un día, ser ensalzados como los humildes, entre los verdaderos
hijos de Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes
y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría
y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción
con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de
la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración
final para todos los días.
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DÍA OCTAVO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Santidad
Gloriosísimo Padre San
Agustín, «bello sol» entre los Doctores de
la Iglesia; «luna llena» entre los sabios de todos
los tiempos, que de vos toman la lumbre de la sabiduría;
«alto ciprés» entre los confesores, por vuestra
magnanimidad y fortaleza; «fresco y fragantísimo
lirio» entre los castos e inocentes, que no habéis
manchado nunca la blanca estola del Bautismo que una vez recibisteis;
«árbol de oloroso incienso» por la devoción
y contemplación con que penetrasteis los misterios divinos;
«arco iris» de paz entre Dios y los hombres en días
calamitosos y terribles para todo el mundo; «hermosísima
palmera, rodeada de renuevos y cargada de preciosísimos
racimos», como Padre y Patriarca de una gran familia de
monjes y de vírgenes; «rico vaso de oro, guarnecido
de piedras preciosas», porque resplandecéis entre
los Santos por la hermosura y variedad de vuestras virtudes y
por el brillo de vuestra caridad indeficiente: alcanzadnos del
Dios tres veces Santo y Amador de toda santidad la gracia de
ser, a semejanza vuestra, sabios en la doctrina, magnánimos
en la fortaleza, inmaculados en las costumbres, amantes de la
oración y del retiro, pacíficos con todos nuestros
hermanos, resplandecientes con la luz del buen ejemplo, y en
toda virtud ricos, llenos y perfectos, conforme a nuestra vocación
y estado, de modo que merezcamos, algún día, estar
en donde vos estáis y reinar con vos entre los santos
por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes
y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría
y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción
con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de
la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración
final para todos los días.
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DÍA NOVENO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Celo
Gloriosísimo Padre San
Agustín, celosísimo defensor de la honra del Altísimo,
que, inflamado en la llama de un celo abrasador y divino, quitasteis
de la tierra las abominaciones de la impiedad; procurasteis de
mil modos la salud de todas las gentes, y velasteis por la gloria
del Señor, por el decoro de su templo y la santidad de
sus sacerdotes: alcanzadnos del Dios santísimo y celosísimo
de la gloria de su nombre, y que tiene por nombre «fuego
abrasador», que se digne encender en nuestros corazones
aquel sagrado fuego que abrasaba el vuestro, a fin de que arda
siempre en nosotros aquel celo que purifica y no destruye, que
corrige y no afrenta, que todo lo repara y edifica, mas nunca
se envanece con el triunfo, porque da toda la gloria a solo Dios,
a quien solamente se debe y a quien sea todo honor y toda la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Meditemos unos instantes
y pidamos la gracia que deseamos conseguir en esta Novena.
Tres Padrenuestros, Avemaría
y Glorias a la Santísima Trinidad, en memoria de la devoción
con que veneró este Misterio el gran Padre y Doctor de
la Iglesia San Agustín. Terminar con la oración
final para todos los días. |