DÍA PRIMERO
San
Judas, el sanador poderoso
San Judas acompañó
a Jesús por las aldeas de Israel y fue testigo de su poder
de sanación. Tal vez el vio a Jesús curar a los
diez leprosos, sanar a una mujer sufriendo hemorragias, resucitar
a los muertos. Cuando el pobre ciego gritó, "¡Jesús,
hijo de David! Ten compasión de mí," San Judas
probablemente oyó a Jesús contestar: "Recobra
tu vista. Tu fe te ha sanado." (Lc 18:39-42)
San Judas fue uno de los discípulos
a quienes Jesús "dio poder y autoridad ... y los
envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. " (Lc
9:1-2). Los envió de dos en dos, y ellos se quedaron admirados
porque "Echaban a muchos espíritus malos y sanaban
a numerosos enfermos con una unción de aceite." (Mc
6:13)
Tal vez dudamos que Dios quiera
lo mejor para nosotros. Puede ser que a veces pensemos que nuestro
sufrimiento o enfermedad es un castigo de Dios por nuestros pecados.
Nos olvidamos como Jesús trabajaba incansablemente para
sanar a los enfermos. Cuando Jesús curó al hombre
que nació ciego, explicó, "Esta incapacidad
no es por haber pecado él o sus padres, sino para que
la obra de Dios se manifieste en él." (Jn 9:3)
San Judas entendió que
el deseo del Señor era sanar a la gente. Después
de la ascensión de Jesús, San Judas y los otros
apóstoles "salieron a predicar por todas partes con
la ayuda del Señor, el cual confirmaba su mensaje con
señales milagrosas que los acompañaban." (Mc
16:18) Las palabras de Jesús durante la última
cena se cumplieron en San Judas: "Les aseguro que la persona
que cree en mi hará también las obras que yo hago,
y hará otras todavía más grandes."
(Jn 12:14)
ORACIÓN
San Judas, tú fuiste testigo
del poder sanador de nuestro Señor, Jesús. Tú
viste su compasión por los enfermos y moribundos. Tú
mismo tocaste a los enfermos, compartiste los dolores de los
afligidos, y animaste a los desconsolados. Tú recibiste
la autoridad y el poder de Jesús para hacer maravillas,
curar a los incurables, y restaurar a los incapacitados. Te pedimos
que intercedas ante nuestro hermano, Jesús, para que envíe
su gracia para sanar a los enfermos y afligidos, para levantar
a los espíritus caídos, y para infundir esperanza
a los corazones desesperados. Amén.
- Compromiso. Prometo
que de alguna manera llevaré la buena nueva del amor de
Dios a una persona enferma.
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DÍA SEGUNDO
San
Judas, Apóstol de Oración
Jesús enseñó
a San Judas cómo rezar y cómo orar con una fe que
puede trasladar montañas. Su oración fue inspirada
por las palabras de Jesús: "Pidan, y Dios les dará;
busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá."
(Lc 11:9-10)
A veces pensamos que Dios nos
ha abandonado o que nuestras oraciones no fueron escuchadas.
San Judas, al contrario, oraba con la confianza inculcada por
la enseñanza de Jesús: "Fijense como crecen
las flores; no trabajan ni hilan. Sin embargo, ni siquiera el
rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como una
de ellas. ¡Cuánto más Dios habrá de
vestirlos a ustedes!.... Por lo tanto, no anden afligidos....Tu
Padre ya sabe lo que necesitan. Pongan su atención en
el reino de Dios, y recibirán también estas otras
cosas." (Lc 12:22-31)
Aunque no entendamos totalmente
los caminos de Dios, nos ponemos en sus manos con mucha confianza,
como Jesús mismo lo hizo. San Judas estuvo con Jesús
la noche en que el Señor oró en el huerto. Allí,
en su agonía de oración, Jesús enseñó
a sus apóstoles cómo rezar: "Padre, si es
posible, líbrame de este trago amargo, pero que no se
haga lo que yo quiera sino lo que tú quieras." (Mt
26:39)
Cuando somos insistentes pero
confiados en nuestra oración, permitimos que nuestra oración
transforme nuestras vidas. Abrimos nuestros corazones al espíritu
de Dios, aceptando los desafíos que Dios nos envía
y generosamente comprometiéndonos a imitar a Jesús.
San Judas entendió las palabras del Señor: "No
todos los que me dicen: 'Señor, Señor,' entrarán
en el reino de Dios, sino solamente los que hacen la voluntad
de mi Padre." (Mt 7:21)
ORACIÓN
San Judas, por medio de oración
alababas a Dios por las obras maravillosas de Jesús. Pediste
a Dios la fuerza para enfrentar los retos de tu apostolado. Pusiste
tu confianza en la misericordia de Dios, creyendo firmemente
que Dios te amaba y entendía tus penas y alegrías,
tus sueños y miedos, tus triunfos y fracasos. Comprendiste
que nada es imposible para Dios. Te pedimos que ores por nosotros
delante del Altísimo para que nos llene con su fuerza,
entendamos su voluntad para nosotros, y con mucha confianza nos
coloquemos en sus manos amorosas. Amén.
- Compromiso. Me comprometo
de nuevo a orar con más confianza para que siempre se
haga la voluntad de Dios en mí.
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DÍA TERCERO
San Judas, Paciente
en el Sufrimiento
Como los demás apóstoles,
San Judas sufrió un martirio por su compromiso de llevar
a cabo la misión de nuestro Señor, Jesucristo.
Aceptó el reto de Jesús, "Si alguien quiere
ser discípulo mío, que se olvide de si mismo, cargue
con su cruz cada día y que me siga." (Lc 9:23)
San Judas compartió
sus sufrimientos con el Señor. Le escuchó decir,
"Vengan a mi todos ustedes que están cansados de
sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. Acepten
el yugo que les pongo, y aprendan de mi, que soy paciente y de
corazón humilde; así encontrarán descanso.
Porque el yugo que les pongo es fácil y la carga que les
doy a llevar es liviana." (Mt 11:28-30)
San Judas creía que
sus sufrimientos estaban unidos a los de Jesucristo y, por eso,
tenían valor redentor. San Pablo declaró, "Me
alegro de lo que sufro por ustedes; porque de esta manera voy
completando en mi propio cuerpo lo que falta de los sufrimientos
de Cristo por la Iglesia, que es su cuerpo." (Col 1:24)
San Judas era humano. Sentía
dolor como nosotros. Pero se acordaba del sufrimiento de Jesús,
su sentido de abandono en la cruz cuando gritó, "Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
(Mt 27:46). Estas memorias le ayudaron a aguantar el dolor porque
él sabia que sufría en comunión con el Señor.
En nuestros sufrimientos reflexionamos
sobre los de nuestro Salvador, Jesucristo. Le escupieron, fue
azotado, coronado con espinas y clavado en la cruz donde se quedó
colgado por tres horas. Tal vez el sufrimiento más doloroso
que atravesó su corazón fue el rechazo de parte
de los líderes del pueblo y el abandono por sus amigos.
Sin embargo, Jesús se mantuvo fiel hasta el final cuando
gritó, "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."
(Lc 23:46)
ORACIÓN
San Judas, tú te mantuviste fiel
al Señor hasta la muerte. Entregaste tu vida para que
otros pudieran vivir. Aguantaste el dolor físico y el
abandono espiritual. Pero, te alegraste por poder unir tus sufrimientos
a los de nuestro Salvador Jesús , y así compartiste
en la redención del mundo . Ahora te pedimos que intercedas
con nuestro hermano, Jesucristo, para que nosotros también
podamos ser fieles en nuestros sufrimientos. Ayúdanos
a confiar en Dios y poner nuestras vidas en sus manos. Amén.
- Compromiso. Juntaré
todos mis sufrimientos y dolores a los de Jesucristo para la
redención del mundo y animaré a otra persona que
está sufriendo.
Días 4 a 6 de
la novena en la página siguiente
>
1. El
autor de esta novena es Charles W. Dahm, O.P., y se reproduce
aquí por cortesía de los frailes dominicos del
Santuario
de San Judas Tadeo de Chicago (USA) a quienes agradezco su
permiso. Pese a conocerse poco de la vida de San Judas Tadeo,
esta novena tiene el mérito de iluminar aspectos de su
vida mediante diversas escenas tomadas de los evangelios a las
cuales debió asistir como testigo privilegiado. [Volver]
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