DÍA QUINTO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Jesús mío dulcísimo,
que nos encomendasteis la paciencia en los trabajos de esta vida
como la senda de la perfección y el camino real de la
gloria: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San
Ignacio, y singularmente los de aquella paciencia invicta con
que sufrió desprecios, calumnias, cárceles y cadenas
con un espíritu tan constante y alegre en los trabajos,
que decía no tener el mundo tantos grillos y cadenas como
deseaba padecer por Jesús. Os suplico, Padre amantísimo
de mi alma, fortalezcáis la fragilidad de mi espíritu,
para que con invencible paciencia resista los trabajos, penas
y angustias de esta miserable vida, pobreza, dolores y afrentas,
fabricando de ellas escala para subir a la gloria, y la gracia
que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios,
honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
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DÍA SEXTO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Jesús mío dulcísimo,
que con el ejemplo y las palabras nos enseñasteis el continuo
ejercicio de la oración y a vivir con el cuerpo en la
tierra y en el cielo con el espíritu: os ofrezco los merecimientos
de mi glorioso Padre San Ignacio, y singularmente los de aquella
continua y perfectísima oración con que vivió
entre los ángeles mientras moraba entre los hombres, para
conducirlos con sus trabajos y fatigas a la patria bienaventurada.
Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis
el don de la oración perfecta en aquel grado que me conviene
para mi salvación y para llevar a otros muchos a la gloria,
y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria
de Dios, honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
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DÍA SÉPTIMO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Jesús mío dulcísimo,
que con las austeridades de vuestra sacratísima vida,
pasión y muerte procurasteis inspirarnos una vida austera,
rígida, penitente y mortificada: os ofrezco los merecimientos
de mi Padre San Ignacio, y singularmente los de su espantosa
penitencia, con la cual convirtió la gruta de Manresa
en un abreviado mapa de los rigores de Egipto, Tebaida y Nitria,
y venció todas sus pasiones hasta reducirlas a ser instrumentos
de la divina gracia. Os suplico, Padre amantísimo de mi
alma, me concedáis una mortificación interior y
exterior tan perfecta que sujete todas mis pasiones y apetitos
a la gracia, y con austeridades y penitencias de la carne, mi
cuerpo obedezca a las leyes de una castidad evangélica;
y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de Dios,
honor del Santo y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
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DÍA OCTAVO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Jesús mío dulcísimo,
que desde el instante de vuestra encarnación en el seno
purísimo de vuestra madre Virgen, obedecisteis hasta morir
obediente en la cruz: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso
Padre San Ignacio, y singularmente los de su heroica obediencia
con que obedeció a todos sus superiores, especialmente
al Sumo Pontífice de Roma, Vicario de Cristo en la tierra,
consagrado con toda su religión, la Compañía
de Jesús, con particular voto a la obediencia de la Santa
Sede. Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis
una perfectísima obediencia a todos mis superiores, continuada
todos los instantes de mi vida, y perfecta en los tres grados
de obedecer en cuanto a la ejecución, en cuanto a la voluntad
y en cuanto al entendimiento, y la gracia que os pido en esta
novena a mayor gloria de Dios, honor del Santo y bien de mi alma.
Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
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DÍA NOVENO
Comenzar con la oración
de todos los días.
Jesús mío dulcísimo,
que al morir nos mostrasteis el amor y deseo ardiente que teníais
de que los hombres todos amasen, reverenciasen y sirviesen a
vuestra Santísima Madre, encomendándola al Discípulo
Amado: os ofrezco los merecimientos de mi glorioso Padre San
Ignacio, y singularmente los que atesoró con la cordialísima
devoción que profesaba a María Santísima,
a quien escogió por Madre desde su conversión;
y después esta Señora hizo oficio de madre amorosa
en todas las empresas que para mayor gloria vuestra emprendió
el Santo, iluminándole para que escribiese el libro admirable
de los Ejercicios y el de las Constituciones y Reglas de la Compañía.
Os suplico, Padre amantísimo de mi alma, me concedáis
una sólida y cordial devoción para con María
Santísima, vuestra Madre, aquella devoción que
es señal cierta de predestinados; que yo sirva a esta
Señora con los obsequios del más fiel y obediente
hijo, y la gracia que os pido en esta novena a mayor gloria de
Dios, honor del Santo y provecho de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías.
Terminar con las oraciones finales.
Oraciones finales de
la novena en la página siguiente
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